Capítulo 4

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Aquel joven ni siquiera notó la presencia de Abby.
Y eso a la chica le dolió.
Se estaba empezando a plantear si tenía alguna rara enfermedad que le hiciese transparente.
Era evidente que no, que simplemente pasaba desapercibida.
El joven se dirigió al baño, Abby imaginó que sería para lavar las manchas de sangre de la camiseta que tenía puesta.
Y aquello le costaría bastante tiempo al chico.
Así que esa era una muy buena oportunidad y seguramente la única que tendría para escapar de allí.
Intentó caminar hacia la puerta sin hacer ningún tipo de ruido y cuando estaba a punto de abrirla, oyó unos pasos detrás suyo.
—Ni se te ocurra moverte— dijo una voz grave.
Abby se giró y observó al joven que seguía sujetando el cuchillo en una de sus manos, sólo que ahora estaba sin camiseta, dejando al descubierto su tonificado abdomen.
—Dime tu nombre—.
Se acercó a la chica.
En la cabeza de ella pasaron muchas ideas.
¿Debía mentirle?
No, no conseguiría nada mintiendole.
¿Si intentaba huir?
Imposible, ella no era rápida y él parecía fuerte y veloz.
¿Contarle todo?
No, a él no le importaría la vida de ella.
—¡Contestame ya!— gritó el chico poniendo su cuchillo cerca del corazón de ella.
Puede que hace unas horas quisiera morir, pero no de esa forma.
Así que decidió contestar a todo lo que el joven le preguntase.
—M-Mi nombre es Abigail, Abigail wilson— contestó ella —Y si no te importa me gustaría que alejases eso de mi— dijo señalando el cuchillo.
Él le hizo caso, apartó el cuchillo, dejándolo encima de la mesa de madera.
—¿Se puede saber por qué estás aquí?—.
—¿Conoces el puente que hay cerca de esta cabaña?— el chico asintió—Pues hace unas horas estuve a punto de tirarme— le explicó la chica —Pero luego me arrepentí—.
—¿Te querías suicidar?— preguntó él sin darle mucha importancia a que ella hubiese querido quitarse la vida.
—Si— suspiró —Pero luego empezó a llover, no sabía que hacer, vi esta cabaña y entre, creía que nadie vivía aquí, así que pensaba quedarme un tiempo—.
—Pues como te has podido dar cuenta, vivo yo, así que largo de aquí—.
—¿Qué pasa si le cuento algo a alguien?—.
A lo mejor le dejaba vivir allí si le amenazaba de esa forma.
—¿Me estas amenazando?— ella negó —¿Crees que te tengo miedo?, ¿Quién creería a alguien como tú?—.
Él tenía razón, nadie le creería.
—No me eches, haré lo que sea— le suplico la joven —No tengo a donde ir, además no estaré mucho tiempo, sólo hasta que sepa que hacer con mi vida—.
—¿Harás lo que sea?—
Ella asintió.

Amor de psicópatasWhere stories live. Discover now