Capítulo 36

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Abby llevaba más de una semana trabajando en la cafetería. Le encantaba todo aquello. El sitio, el olor a café y la tranquilidad, y es que a pesar de que la cafetería nunca estaba vacía, muy pocas eran las veces en las que Abby se agobiaba por las comandas y pedidos. Además, su amiga Tania la visitaba con frecuencia argumentando que solo iba para tomar un café con leche.

Abby se disponía a preparar un par de pedidos que consistían en un croissant y un zumo de naranja natural acompañado de una tostada con dos botecitos de mermelada de fresa y de melocotón para que el comensal pudiese elegir el sabor que más le apeteciese, cuando la campanita que estaba colgada encima de la puerta para hacer ruido cada vez que salía un cliente sonó, haciendo que Abby levantase la vista de la bandeja que tenía entre las manos. Se trataba de una visita completamente inesperada, y no, no me refiero a Tania.

¿Qué hacía Ethan allí?

El chico se sentó en la mesa más próxima a la entrada y esperó a que le atendieran.

-Bienvenido- dijo ella sin apartar la vista del cuaderno de comandas que sujetaba. No miraría a Ethan a los aojos por nada del mundo, sentía que si lo hacía se moriría ahí mismo de vergüenza.- ¿Qué desea tomar?

-Quiero un Caramelo Macchiato- contestó observando la gran pizarra que ocupaba toda una pared y en la que alguien había escrito con un montón de colorines y con una preciosa letra todos los productos disponibles en la tienda. 

-De acuerdo, ¿Algo más?

-No, gracias.- pero rectificó segundos después.- bueno, en realidad preferiría un Capuchino.

-Está bien- lo apuntó en su libreta.

-No, espera, mejor un Americano.

-Ethan, oye, estoy trabajando, te agradecería si dejases de molestarme.

-¿Sabes qué? Ponme un zumo de piña.

-No nos quedan.

-Que pena- contestó el chico- En ese caso, ¿Qué me recomiendas?- preguntó juguetón.

-Pues resulta que la especialidad de la casa consiste en un pastelito relleno de puñetazos acompañado de un café muy amargo que te sentará como una patada ahí abajo.

-Que tentador pero, ¿No me podrías servir un bizcocho hecho de abrazos y un batido sabor a besos?- preguntó Ethan y ella simplemente lo fulminó con la mirada.- Ponme el Caramelo Macchiato.

-Muy bien- respondió ella y se dirigió hacia la cafetera.

Estaba un tanto molesta con el chico, pero no podía negar que le había gustado que hubiese ido a verla y no podía dejar de pensar en lo agradable que había sido con ella durante esa semana después de la charla de confesión del chico. Y, aunque él no se lo imaginase, detalles como ese, presentarse en su trabajo, conquistaban a Abigail haciéndola enamorarse más de él.

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-Aquí está- dejó la taza de café sobre la mesa.- ¿Algo más?

-Sí- contestó él bebiendo un poco de café.- Trabajas con el chico ese, ¿No?- preguntó volviendo a beber.- Ese tal Samuel.

-Ya sabes que sí.- respondió Abby.- Ni se te ocurra decirle nada.

-Por favor, ya me conoces, ¿Cómo se me pasaría por la cabeza decirle algo? Sería de locos.

-Exacto, de locos.- contestó ella.- ¿Y sabes lo que más me preocupa?- el chico negó.- que a ti te falta cordura- eso provocó risas en el muchacho quien ya se había tomado su taza de café.

-Tienes razón, estoy loco- reafirmó él.- pero recuerda, las mejores personas lo están.

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-Perdone- dijo Ethan llamando la atención de Samuel.

-¿Desea algo señor?

-¿Señor?, tan solo tengo 22 años- contestó entre carcajadas.

-Perdone, ¿Que es lo que quería?

-Otra- dijo Ethan moviendo entre sus dedos la taza de café vacía.- Ahh, y no te olvides del azúcar.

-Aquí tiene- dijo minutos después Samuel regresando a la mesa y  sacándose del bolsillo dos sobres de azúcar.

-Gracias- dijo abriendo el sobre y vertiendo el azúcar sobre el café.- Oye, ¿no te parece que el café está mejor con azúcar? Es decir, te lo puedes tomar sólo, por supuesto, pero es demasiado amargo y lo mismo pasa con el azúcar, solo es demasiado dulce. Pero, cuando se juntan, se produce una combinación perfecta, aunque claro, luego está la cuchara...

-¿La cuchara?

-Si, la cuchara, llega de repente y lo revuelve todo, y aunque ella cree que lo que está haciendo es separarles, realmente lo único que hace es juntarlos más y más, haciendo que permanezcan más unidos que antes. ¿No te parece Samuel?- Ethan dudaba mucho de que el chico hubiese entendido la referencia, donde Ethan y Abby eran el café y el azúcar respectivamente, y Samuel la cuchara.

-¿Cómo sabe mi nombre?¿Acaso nos conocemos?

-No- contestó el deseoso de contarle la verdad, de decirle que Abby era suya y que realmente si que se conocían de la vez que coincidieron en la entrada del bosque, aunque por lo visto el chico estaba tan borracho que no se acordaba.- Lo pone en la placa.

-Oh, cierto, aún no me he acostumbrado al uniforme, perdone.- se disculpó mirando la pequeña chapa que tenía enganchada en el lado izquierdo de la camiseta.

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Ethan llevaba ahí metido más de dos horas y se había comido ya dos tostadas, dos zumos de naranja y tres cafés, o tal vez cuatro. Y cuando estaba a punto de meterse a la boca un trozo del croissant que acababa de pedir, la persona con la que había quedado entró por la puerta y se sentó delante de él.

-Oye, Abby- le dijo Samuel mientras ella limpiaba la cafetera.- ¿No es esa de ahí Tania?- ella se giró en el momento en que su amiga sonreía a Ethan quien le devolvió la sonrisa.

-Si, si que lo es.

-¿Y que hace con ese chico? ¿Acaso lo conoce?- preguntó Samuel.- El chico es verdaderamente raro.

-¿Raro?

-Si, muy raro, antes cuando me he acercado me ha empezado a contar una historia sobre café, azúcar y una cuchara, y te prometo que parecía que odiaba a esa cuchara, ¿Se pueden odiar a las cucharas?- preguntó curiosos.- En fin, me ha llegado a dar miedo.

Abby no le respondió, tenía la cabeza llena de preguntas. ¿A qué se refería Ethan con la historia? ¿Qué hacía su mejor amiga con el chico que le gustaba?






Amor de psicópatasWhere stories live. Discover now