Capítulo 12

7.5K 500 655
                                    

Las noches eran naturalmente frías y solitarias para Bill, despertarse a las tres de la mañana a beber y pensar lo maldito que estaba al haber nacido siendo hijo de otro pobre infeliz, era su martirio que le daba golpes a su mente día con día, noc...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las noches eran naturalmente frías y solitarias para Bill, despertarse a las tres de la mañana a beber y pensar lo maldito que estaba al haber nacido siendo hijo de otro pobre infeliz, era su martirio que le daba golpes a su mente día con día, noche con noche, así para la eternidad. Al menos eso pensaba, pero cuando comenzó a tener sexo con cualquier chica; su soledad fue apaciguada y la oscuridad era testigo de lo brutal que podía llegar a ser el joven. Sin embargo, el muchacho no quería parar, se sentía inhumano y solo, abandonado como un animal viejo. Beber le sacó de sus constantes pensamientos, el alcohol cerraba las heridas de su desgraciada alma. En ese momento ya no sabía qué hacer, estaba a punto de volver a repetir lo que pronto se volvería una costumbre; tener sexo con ese niño que tanto despertaba sus deseos sexuales, y éste sin proponérselo.

Bill se sentó y abrió otra botella, la quinta para ser exactos, aquel dulce néctar entró en su cuerpo nublando todo. No entendía la razón por la que comenzó a amar aquel delicioso trago. Sonrió al escuchar como las sábanas hacían ruido, pues en la oscuridad de su habitación no se veía casi nada, la única luz era la de la luna que entraba por el enorme ventanal, el cual tenía sus cortinas abiertas. Volvió a escuchar las sábanas rozar con el cuerpo de cierto ángel que no paraba de jugar a quién sabe qué. Se levantó y dejó la botella con las demás, cogió los cigarrillos, pastillas y ampolletas para volver a meterlas a la bolsa, aquella bolsa fue lanzada bajo su cama, Bill tambaleaba muy poco, pues la oscuridad confundía a sus embriagados sentidos. Rex estaba jugando con sus manos cuando de pronto Bill se acercó a él de forma extraña, provocando un gritó por parte del muchacho.

—Dino, me pones mal. —dijo con una sonrisa, su voz se escuchaba graciosa por lo desorientado que estaba su cerebro—. Te quiero...

Los ojos de Rex se iluminaron de forma celestial, aquellos orbes verdosos quedaron muy claros, Bill sonrió de forma boba ante ello, Rex quería llorar de felicidad, quería gritarle que él lo amaba. Pero Bill volvió a hablar.

—Te quiero... follar, Dino.

Aquel brillo fue apagado de repente, su corazón no podía caer en cuenta así que se limitó a dar golpes a su cerebro para que reaccionará, Bill estando ebrio posiblemente fuese más débil, así que Rex quiso evitar que pudiese iniciar a tocarlo, se quitó sus manos de encima e hizo el intento de salir de entre sus brazos. Grave error.

Bill al ver que se levantó dejándole con las palabras en el aire decidió tomar cartas en el asunto; cogió a Rex por el cabello, haciendo que echara la cabeza hacia a atrás, el ángel chilló ante tal acto. A Bill no le importó, es más, le excitó escuchar ese doloroso gritó.

—No estoy tan ebrio, ¿sabes? —Rex tragó saliva, había hecho las cosas sin pensar en que no se veía tan borracho—. Por cierto, se me ha apetecido jugar brusco con mi lindo muñequito.

— ¿Muñequito? —Rex se sonrojo ante tal mote, si Bill quería follarselo debía hacerle caso. Pues al parecer ese «mi» era de pertenencia, ahora le pertenecía a aquel aterrador muchacho.

Drugs and love© [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora