Capítulo 45

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Los minutos habían trascurrido como el camino recorrido, Rex estaba agotado por todo lo ocurrido, así que había caído dormido en el asiento del copiloto, mientras Bill trataba de no ceder a seductora tentación que trae consigo el sueño, se negó ro...

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Los minutos habían trascurrido como el camino recorrido, Rex estaba agotado por todo lo ocurrido, así que había caído dormido en el asiento del copiloto, mientras Bill trataba de no ceder a seductora tentación que trae consigo el sueño, se negó rotundamente a cerrar los ojos, más cuando iba con las manos al volante y un deseo abismal de llegar a su destino final. Elevó la mirada un poco y admiró el cielo por breves peldaños, temió que el amanecer se diera antes de llegas siquiera a tocar la hermosa arena de su añorado deseo, así que lo mejor fue pisar el acelerador a fondo, como si su vida dependiera de ello. Y como si fuese una obra divina orquestada desde los cielos la arena y el cuerpo marino se dieron a entrever por los lares, y mientras más avanzaba se podía divisar la entrada de aquel lugar; era una suerte de portón echo con malla oxidada. Aparcó el coche enfrente de aquel portón y con alegría sacó el pañuelo doblado de su bolsillo, lo extendió y colocó como venda en los ojos de Rex, quien se mantenía aún dormido.

Estaba impaciente, debía despertar al joven a su lado, entonces luego de pensarlo un poco le levantó dándole un ligero golpe en el hombro. En un principio no funcionó, así que comenzó a zarandearle a los lados, provocándole un respingo a aquel chico de ojos verdes cual arboleda.

— ¡Pst! Dino, despierta ya, que hemos llegado. —susurró Bill viendo con ternura a Rex, quien se iba levantando poco a poco.

Bill, en los minutos que aquel chico tomaba conciencia, se levantó de su asiento y salió del coche, respiró el aire fresco de la madrugada y sintió las leves correntadas de aire pasando a través de su cuerpo. Había frío, así que corrió hasta la puerta del lado del copiloto para darle su chaqueta a Rex, quien seguramente lo necesitaría más que él.

— ¡¿Eh?! ¡Billy, me he quedado ciego! —prorrumpió Rex dentro del coche aún, dándole golpes a la puerta sintiendo el miedo mezclado con la preocupación, viendo que no escuchaba a Bill por ningún lado.

El libertino esbozó una sonrisa mientras abría la puerta, al hacer eso Rex cayó de lleno en sus brazos, en una escena que parecía ser de lo más romántica, Bill se sintió satisfecho al ver ese tierno color carmesí inundar las mejillas del otro; y para Rex era imposible no hacerlo, porque ese olor tan varonil de colonia se las apañaba para hacer reconocible a ese ser tan hermoso que llamaba «novio», porque donde quiera que estuviese, él sabría percibir esa aura de maldad mezclada con el dulce aroma a colonia, humo y alcohol.

El joven cogió al cegado por los brazos y logró que se incorporará, al estar de pie se notaba lo tembloroso que mantenía su caminar, así que Bill tuvo que tomarle de la muñeca para que no cometería alguna estupidez. Al estar cerca, puso entonces su chaqueta sobre los hombros ajenos, llenando todavía más la cara de Rex con apocamiento.

—Dino, no te has quedado ciego. —reveló con mofa, al ver como Rex pasaba los dedos sobre la venda—. Es una venda y ni se te ocurra quitártela.

— ¿Por qué? ¿Acaso esto es un nuevo «fetiche» que no te conocía? —preguntó Rex haciendo comillas con los dedos. Bill frunció el ceño, a la par de darle un ligero golpe en la cabeza—. Ahora ya tengo miedo...

Drugs and love© [Corrigiendo]Where stories live. Discover now