Capítulo 23

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Los días eran efímeros, los meses eran momentáneos, y las horas surcaban el reloj como estrellas fugases sobre el cielo

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Los días eran efímeros, los meses eran momentáneos, y las horas surcaban el reloj como estrellas fugases sobre el cielo. Rex suspiraba, sus pensamientos estaban disipados, ahogándose en un mar de preocupaciones. El joven ángel observó el calendario puesto en la pared del salón de clases, junto a varios afiches, el calendario indicaba que ya estaba en abril y a pocos días de mayo, él estaba desesperado por ver a Bill, quien había desaparecido por casi un mes, faltando con ello también al instituto. El ángel formuló miles de ideas, pero sabía que desde lo que había sucedido en los días de febrero, cuando estaban en la «la guarida de la felicidad», Bill había cambiado radicalmente, y el cambio fue tal que el contacto físico era el más ausente entre ambos, causándole un estrago a Rex en la cabeza.

Y la verdad era que el demonio mantenía una espeluznante neutralidad, dejando su estado natural, frío pero con deseos bestiales. Con eso ya no se percataba que el ángel que se mantenía a su diestra necesitaba besos y caricias, deleitando a la vez el ser del demonio con las pocas curvas que su cuerpo masculino pudiese tener. Pero el pensar eso le deprimía, pues el pequeño querubín deseaba besar la tentación color cereza, el poder rozar su piel con la ajena, sentir la pasión era lo que anhelaba, aquella que llenaría su interior y cubriría su ser por completo. Claro estaba que no sabía que había sido de su inocencia y abstinencia, porque ahora sólo quería ver a Bill, llenarles las mejillas de besos y pellizcos traviesos, era su deseo, aunque luego el libertino demonio intentará sodomizarle por tales actos, eso como manera de castigarle.

Pero con la más pura sinceridad inundaba su cabeza, él quería ser poseído por el placer, y no importaba si era dulce o brusco, ya que necesitaba los roces de ese licencioso chico. Y se lo recalcaba, no importaba en que condición estuviese, él quería tenerlo en medio de sus piernas, acusándole de guarro y vicioso, éste ya era su deleite, aunque antes no lo aceptase.

Rex se estaba perdiendo en un abismo, que rogaba por tenerlo ya mismo en su corrompido interior. El ángel sin pensarlo aceptaba lentamente ser partícipe del mundo vicioso en el que vivimos.

El ángel suspiró tratando de concentrarse en lo que decía el profesor de historia, el día apenas comenzaba, y eso le daba una fatiga terrible, ya que pensar que aún faltaban varias clases y una insoportable caminata con su prima para regresar a su hogar, era algo terrible de visualizar. La monotonía volvía a su vida, y desde hacía mucho que Rex comenzó a odiar la terrible singularidad que había desaparecido con lo poco que Bill estuvo presente, bueno, hasta febrero.

La clase de historia acabó, el profesor Woods les asignó tarea y como era de esperarse fue abucheado por sus alumnos, quienes mostraban desdén al recibirla. Todos esperaron al siguiente profesor, quien no hizo acto de presencia por largo rato.

—Rex, ¿Te pasa algo? —preguntó Jane acercándose al ángel, aprovechando la ausencia del profesor.

—No, simplemente mi mejor amiga no quiere decirme donde está el amor de mi vida, pero supongo que eso no es problema, ¿verdad, Jane?

Drugs and love© [Corrigiendo]Where stories live. Discover now