Capítulo 30

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Normalmente los adolescentes decían que el diablo no sentía, que era un monstruo que sólo buscaba el tacto carnal y la sangre de incautos, y sin ello él no podía sentir nada, porque seres como él no tenían un corazón, ¿verdad? Todos los colegiales...

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Normalmente los adolescentes decían que el diablo no sentía, que era un monstruo que sólo buscaba el tacto carnal y la sangre de incautos, y sin ello él no podía sentir nada, porque seres como él no tenían un corazón, ¿verdad? Todos los colegiales lo murmuraban como una verdad absoluta, aunque para la desgracia de Bill eso era una farsa de la cual hubiese querido reír. Pero era demasiado dolorosa y desastrosa para poder siquiera soltar una mínima risa. Porque sí, hasta el diablo sufría por amor, y aunque le pintasen como una bestia e inhumano, él sentía más de lo debía, o bueno, considerando su poca sanidad mental, ese sentimiento de soledad era demasiado.

Su empatía podría estar muerta, sus lágrimas extintas, sus sonrisas enterradas y su miedo soterrado bajo la firmeza y el orgullo. Bill no deseaba sufrir y jamás fue parte de su plan hacer que aquel ángel entrase en su vida, jamás tuvo la mínima intención de darle lugar al amor que tenía ese niño para él. Porque antes Rex era un colega del instituto, con el cual jamás quiso hablar, pero ahora era su todo, una persona tan especial, que con su voz o sus labios le hacía perder la compostura. Era la pieza que le faltaba a su alma para darle vida a lo que él creía exánime, Rex era la persona que había encontrado lo que él había declarado perdido. Sus poco usuales sentimientos.

Por eso no toleraba el simple hecho que su ridícula prima, Melanie, les hubiese separado, pudo haberla matado en ese momento y así evitar que la separación se diese, pero él no deseaba estar en una prisión, menos ir a una correccional donde posiblemente tuviese diversos conflictos, riñas y encuentros indeseables. Quería mantenerse en libertad para proteger a su pequeño y delicado pedazo de cielo de todos aquellos que atreviesen a cruzarse en su camino para dañarlo. Aunque fuese desde lejos.

Bill entonces abrió los ojos con delicadeza, y con la muy notoria pereza que sentía al levantarse por las mañanas, no sabía por qué sentía haber despertado de un pesimista coma, su cuerpo estaba adormecido, sus ojos aún anhelaban mantenerse cerrados y su boca estaba totalmente seca, cual desierto. Necesitaba un trago de tequila, no, no quería agua fría, eso lo dejaba para la hora de la ducha.

Miró su entorno, y lo primero que se cruzó por su campo de visión fue el techo de una tonalidad blanca, se levantó de lo que parecía ser una camilla. En ese momento lo pilló, estaba en la enfermería.

Al levantarse notó las cortinas azules que mantenían las miradas curiosas fuera, abrió una y se asomó a ver, por la pequeña brecha había otra camilla, las cortinas de esa eran totalmente ausentes, dejando a la vista del libertino algo desagradable: Jane estaba recostada y Travis arriba de ella, proporcionándoles suaves besos sobre los labios de ella. Lo hacía sin dar importancia a que alguien entrase y los viese en tal situación; eso era porque ellos no tenían razón para esconder su romance, ante la sociedad ellos estaban bien.

Dejando sus depresivos pensamientos, el joven de mirada gélida le vio irrelevante a esos pensamientos en esos momentos, lo que le provocaba un profundo hastío y encendía la caldera en su interior era el simple hecho de verlos. Jane, su hermana mayor, ella era la persona que juro proteger de cualquier tío que pretendiera besarla, y en ese instante había un osado que no veía con libertad el peligro que corría su existencia, pues fue tonto intentar besar a la hermana del diablo, y Travis se enteraría.

Drugs and love© [Corrigiendo]Where stories live. Discover now