Capítulo 39

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Rex estaba cansado, no solo por el hecho de llevar consigo una enfermedad crónica, sino por estar recostado durante casi cuarenta y dos horas seguidas, desde el lunes en la mañana hasta el martes por la noche, faltando así al instituto ambos días,...

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Rex estaba cansado, no solo por el hecho de llevar consigo una enfermedad crónica, sino por estar recostado durante casi cuarenta y dos horas seguidas, desde el lunes en la mañana hasta el martes por la noche, faltando así al instituto ambos días, preocupando a sus amigos y a Bill, quien no dejaba de llamarle sólo para saber de su estado. Pero actualmente el muchacho estaba sobre la cama, mirando al techo, eran las seis de la noche y andaba ya con el pijama puesto, el cabello lo traía algo húmedo por la ducha que había tomado hacia unos minutos, y ante la frescura de aquello tenía sobre sí una sábana envolviendo su frágil cuerpo.

Su respiración era lenta y algo pesada, parecía estar a pasible sobre la suave cama y sus calentitas sábanas, olvidando así los planes que tenía para ese mismo día. Bueno, hubiese sido así si tan sólo Melanie no hubiese aparecido, entrando de una linda forma; de una patada escandalosa abrió la puerta creando un rígido estruendo en la habitación, consiguiendo que Rex se sobresaltara en su lugar, a la par de levantarse de una, buscando con la mirada de donde había provenido ese sonido. Sus ojos entonces se posaron sobre su prima, quien andaba vestida de forma irregular, mostrándole que saldría alguna parte.

Aquella princesa rosa había sido transformado en una prosaica plebeya, llevaba una muy impropia ropa de calle: un vaquero azul con las rodilla rasgadas, unas zapatilla converse negras, una camiseta de Hollywood Undead de color blanca, muy holgada para su delgado cuerpo, su cabello estaba suelto y su maquillaje no era pasteloso, si no más natural y calmado, parecía una chica completamente diferente a la que ya se había acostumbrado a ver, aquella que usaba vestuarios reveladores con tonos pastel cautivadores fueron reemplazados por tonalidades más simples, dándole un aire monótono a su estilo. Rex al verle de pies a cabeza no contuvo una sonrisa nerviosa, ella simplemente enmarcó una ceja preguntándose internamente la razón de su sonrisa.

- ¿Por qué sonríes de esa forma? -preguntó con un tono relajado pero a la vez extrañado.

- ¿Acaso es un crimen sonreír? -contestó con otra incógnita el jovencito. Melanie se acercó para sentarse al lado de él y besó su frente-. Bill te ha pegado tan fuerte que dentro de poco te veré en un convento.

Melanie al escucharlo torció su sonrisa, para luego deformar su expresión en una mueca de desagrado total. Tal vez tenía razón, tal vez no, posiblemente tenía ambas. Porque sí, el daño que ese joven libertino le había causado era permanente y muy fuerte en su mente, pero a la vez sus ansias por abandonar sus vanos gustos era igual de fuerte, esas dos razones al mezclarse dieron como resultado una catástrofe en su cabeza, dejando a Melanie en un estado catatónico, siendo por fin una monótona chica, usando ropa aburrida y no despampanantes atuendos de princesa indecente, después de todo había descubierto que follar con cualquier tío que se le atravesase sólo le destrozada el alma y rompía su frágil corazón de cristal.

Las muñecas de porcelana debían lucir bellas y pulcra, no maltratadas por los bruscos toques de seres bestiales, como lo eran los hombres prepotentes que tocaban su delicado cuerpo sin ápice de delicadeza o conciencia.

Drugs and love© [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora