Capítulo 54

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Cuando las personas veían a los Foster no podían contener su admiración al contemplar a una familia tan ejemplar, sofisticada y con tanto poder, además, parecían tan unidos mostrando amor y preocupación vacía los unos por los otros, aquellas perso...

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Cuando las personas veían a los Foster no podían contener su admiración al contemplar a una familia tan ejemplar, sofisticada y con tanto poder, además, parecían tan unidos mostrando amor y preocupación vacía los unos por los otros, aquellas personas que vieron eso estaban tan equivocados al tacharlos como la familia perfecta. Tras ellos solo había secretos, sangre derramada en nombre de su estirpe y claro, mentiras que no provocaban un bien, sino lo contrario.

Elizabeth, la matriarca y abuela de aquella familia, se encontraba entrando por las puertas de su mansión al lado de sus hijos, Patrick y Giorgio, los cuales entraban con una sonrisa al hogar de sus padres. Sus maldades estaban hechas y con satisfacción mostraban su alegría por haberlo realizado todo al pie de la letra. La mujer dejó a sus hijos en el salón mientras que ella ascendía las escaleras con dirección a su habitación para ponerse algo cómodo.

Recorrió el pasillo a pasos lentos, fijó los ojos en la puerta de su habitación, la abrió el ingresó en ella, se giró y cerró la puerta con pestillo, quería vestirse pero una voz impidió su cometido, era masculina y algo ronca, aquella era totalmente de su conocimiento, dio un giro para toparse con su marido, el cual estaba sentado en el borde de la cama, mirándole con cierto enojo.

—Leonard, amor mío... —dijo con un tono de alegría exagerada, típico de ella.

El hombre frunció el ceño, se levantó con lentitud de la cama observándola con desdén a su amada esposa, no parecía estar feliz de verla, más bien parecía querer matarla por algún motivo desconocido para la fémina.

—No empieces con tus farsas, Elizabeth, que no ando feliz contigo. —le indicó con un tono furibundo, dejándole en claro que acercarse era peligroso.

— ¿Pero por qué andas así? Amor mío, el enojo no le sentara nada bien a tu corazón, recuérdalo... —le advirtió la mujer queriendo cambiar el tema, porque ya se había dado cuenta a que venía su enojo—. Además, ¿Ya te has tomado tus medicinas?

—No me cambies el argumento, Elizabeth, que tú sabes por qué estoy enojado.

—Te juro que no sé nada, Leonard, acabo de llegar a casa... —las palabras de la mujer fueron cortadas por las de su marido.

— ¿De casualidad habrás ido a Ohio? —le interrogó el hombre acercándose de manera agresiva a su mujer—. Porque sería algo extraño, viendo que por estas fechas andas de un humor fatal por lo que sucedió con nuestro hijo.

—Lo sé, por eso mismo he viajado con mis hijos, pero en ningún momento hemos ido a Ohio. —la mujer comenzaba a sudar, no quería decirle aún su acto al otro, sabía que desataría su furia—. Si viajará hasta allá sería como poner sal en la herida, ¿no?

—Elizabeth, no he visto a Billy en mucho tiempo y eso me da un mal presentimiento, primero Artemis me dijo que estaba con unos amigos, luego Patrick me dijo que había ido de viaje con Giorgio y así con todos, así que, dime, ¿qué hiciste con mi nieto?

Drugs and love© [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora