Capítulo 48

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En su más tierna infancia Bill tuvo miedo, ese pavor era gracias a aquellos que eran parte de su linaje, esos seres que en su momento le cuidaron de una forma poco usual, despojando al niño de su inocencia y miedo, arrancándole el corazón y el alm...

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En su más tierna infancia Bill tuvo miedo, ese pavor era gracias a aquellos que eran parte de su linaje, esos seres que en su momento le cuidaron de una forma poco usual, despojando al niño de su inocencia y miedo, arrancándole el corazón y el alma, convirtiendo a aquel indefenso pequeño de cuatro años en lo que era en esos días, un joven libertino, que ante el eufórico placer que le brincaban los narcóticos y la delicia del sentir de pieles ajenas rozar con la propia. Pero, a estas alturas eso era irrelevante, porque en cuestión de segundos todo el respeto y amor que alguna vez ese muchacho les pudo tener iba a desaparecer, ellos, sus propios familiares, se convertirían en sus verdugos, y su abuela en la jueza de su vida. Ella dictaría su sentencia final.

Él levantó la mirada, estaba totalmente rodeado, al lado izquierdo estaba su abuela sentada muy cerca, y al lado de ella estaba Guiselle, al frente estaba Patrick cruzado de brazos y con el ceño fruncido, al lado de él estaba Artemis, y en su lado izquierdo estaba Giorgio, viéndole con desdén. Los monstruos del averno eran reales, y venían disfrazados de bellas criaturas. Estaba seguro que ellos se encargarían de todo, de destruir su vida y su anhelado final feliz, frunció el ceño y elevó la mirada hasta encontrarse con la de su abuela. Aquella mujer parecía querer relajarse, aunque a la vez parecía querer gritar.

La mujer levantó la mano y pidió que se le sirviese una taza de té de manzanilla, rápidamente se lo llevaron, una hermosa tetera descansaba sobre una bandeja de plata, al lado venía una taza con un pequeño plato debajo, la mujer lo cogió con delicadeza y comenzó a beber de ella mientras dejaban la bandeja con los otros implementos en la mesa de centro, Bill, por su lado, simplemente retenía las ganas de decirle todo lo que se guardaba desde hacía días.

—Madre, ¿te sientes bien? —preguntó Patrick sin dejar su enojo de lado.

—Claro que sí, cariño. —indicó la abuela sonriendo y dejando la taza sobre la mesa de centro.

El joven demonio no podía soportar más la situación, llevaba mucho tiempo sobrellevando esto, el silencio inundando todo el salón y la horripilante tensión que guardaba, era tal que el filo de un cuchillo la hubiese cortado. Todo estaba perdido, nadie pensaba hablar, hasta él, se había quedado congelado pensando qué demonios podía hacer para salir de ese maldito lugar. Entonces, posó su mano sobre el hombro de su abuela y le movió con delicadeza, llamando la atención de la anciana instantáneamente.

—Oye, vine a charlar, no ha quedarme en silencio como por una hora. —dijo Bill levantándose del sofá, miró por sobre su hombro y cruzó miradas con Elizabeth—. Ya me canse de estar en este infierno.

El libertino pensó que debía salir del salón, para subir a su habitación y coger sus cosas, y sólo así largarse de esa mansión del horror, porque era su prioridad dar por hecho el anhelado viaje sin retorno, y ningún ser sobre la tierra podría impedirlo o desertarlo. Cogió suficiente valor e intentó caminar hasta la puerta, pero al dar algunos pasos frente a su Patrick fue cogido por la muñeca, aquel hombre con su imponente fuerza le arrastró hasta quedar de nueva cuenta enfrente de su abuela, quien parecía deprimida desde ya.

Drugs and love© [Corrigiendo]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt