Capítulo 40

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William Henderson, un fumador certificado y el mejor amigo de Bill, andaba caminando por las calles cercanas a cierto teatro de gran fama en la ciudad

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William Henderson, un fumador certificado y el mejor amigo de Bill, andaba caminando por las calles cercanas a cierto teatro de gran fama en la ciudad. Mientras caminaba por las oscuras calles del lugar comenzó a pensar en su amigo: aquel demonio que alguna vez había sido un niño diabólico que parecía tener la mente de un pequeño y desdichado genio. No le tenía envidia, porque la ignorancia era su felicidad. Entre esos recuerdos se coló uno en específico, y era el día que se habían conocido.

Siete años atrás, en un día de verano un niño de diez años con los ojos grises iba caminando por las calles soleadas, dando brincos como un pequeño loco; su madre había fallecido recién y su padre se había ido a un bar a beber para olvidar sus pen...

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Siete años atrás, en un día de verano un niño de diez años con los ojos grises iba caminando por las calles soleadas, dando brincos como un pequeño loco; su madre había fallecido recién y su padre se había ido a un bar a beber para olvidar sus penas, él se había escapado de casa para hallar algo de diversión, y ahí estaba, jugueteando en las calles, buscando amigos y aventuras en las cuales sumirse para olvidar el dolor que le carcomía el pecho. Entre brincos se tropezó y cayó sobre otro niño que parecía tener los ojos más fríos del mundo, pues al verle quedó helado en su lugar.

—Yo... yo... ¡Lo... lo siento! —farfulló el niño levantándose rápidamente, el otro le dirigió una mirada de hastió y cierto asco.

—Calla, tu voz me irrita, aprende a hablar bien, mocoso. —expresó el otro, como si él no fuese un niño también, aunque él parecía ser más alto y tener una mejor complexión para tener tan solo nueve años. Claramente Will no sabía ese último dato.

—Lo siento... —se disculpó nuevamente el niño mayor, pero al borde de las lágrimas, bajando cada vez más la voz.

— ¡Maldición, no te sigas disculpando! —gritó con tono furibundo el niño de mirada gélida.

—Yo lo... ¡Digo!... Eh... ¿Có... cómo te llamas? —preguntó ahora Will un poco más tranquilo.

El otro quería responderle de manera grosera, soltándole que aquello no era de su más mínimo interés, pero se retractó al ver que sus tristes ojos grises y sonrisa temblorosa reforzaban una idea que tenía en la cabeza desde hacía rato, aquel niño estaba pasando por mal momento, porque aunque pareciese un pequeño demonio tan maldito con los demás sabía cuando romper a alguien y cuando no, además, el otro parecía buena persona.

Drugs and love© [Corrigiendo]Where stories live. Discover now