CAPÍTULO CATORCE: LOS SENTIMIENTOS DE MIREIA

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Mireia observó el rostro tranquilo de su cachorro, quien yacía desnudo y dormido en la cama. Rocíen lo había bañado y le había dado de comer, aunque Geiat le había dicho que había comido mucha fruta, pero éste parecía tener hambre cada momento. Sonrió enternecida, viéndolo cada vez más grande, en poco tiempo y lo vería caminar de un lado a otro, rompiendo todo a su paso, siendo tan sigiloso como su padre.

La joven madre se recostó a su lado, rozando sus dedos por su barriguita, rozando y luego inclinándose para besar su piel tostada. Su cabello estaba recogido, para que no lo molestara y pudiera dormir tranquilo. Era idéntico a su compañero, su copia perfecta. Su pequeño cachorro.

Se puso de pie con lentitud, quitándose el vestido y caminando desnuda hacia el largo cubo donde se deslizó y se sentó, tomó la vasija más pequeña de agua y empezó a echarlo encima de sus hombros y cabello, quitándose el sudor y la tierra que seguramente tenía por haber salido a cazar. Cuando estuvo limpia, tomó un vestido un poco suelto y se lo colocó, al verlo dormido aun, lo tomó en sus brazos. El cachorro se removió, pero se mantuvo dormido mientras la hembra le colocaba encima una de sus camisas de su padre, encima de sus hombros para que el sol no la molestara.

Saludó algunas hembras y machos, y terminó escapándose por la cocina. Caminó en dirección al riachuelo, deteniéndose bajo un árbol para sentarse y acomodarse mientras su cachorro dormía con la boca entre abierta. Acarició su frente y sopló, sonriendo al sentir la suavidad de su piel. Era precioso.

—Es hermoso, ¿tu cachorro? —se sorprendió al ver a una hembra con el cabello dorado caer en sus hombros, unos ojos color violeta brillaban en su rostro. Se sentó frente a ella, y Mireia se echó hacía atrás, era una hembra demasiado hermosa—. Es idéntico a su padre. Yo conocí a todos los hermanos, Gokan siempre era el callado.

— ¿Lo conociste? —los celos no fueron evidentes y el hada sonrió echándose hacia atrás, con gracia.

—No te preocupes, a él no lo tuve en la cama —mordió su labio con delicia y la hembra apretó los labios, para retener las palabras—. Llevas una perdida en el alma, pero también..., piensas en alguien más. Tu corazón puede ser reclamado.

—Mi corazón le pertenece a Gokan, nadie más. ¿Qué dice? ¡Solo me hace perder tiempo! —trató de ponerse de pie, pero la mano de la mujer la detuvo, la miró y observó sus ojos color violeta.

— ¿Quieres saber que sucede con Gokan y Gorius? Puedo mostrarte e incluso si quieres, puedes hablar con él.

— ¿Se puede? Me gustaría saber si ambos están bien...

—Por supuesto —el hada se sacó el collar alrededor de su cuello y lo golpeó con suavidad. Tres pequeñas esferas salieron de esta, las tres purpuras y brillantes, el hada sonrió juguetona y las tomó en sus manos, moviéndolas hasta que se unieron y formaron un pequeño espejo envuelto en nubes. No se veía con claridad, hasta que lentamente tomó colores y la imagen fue más clara.

El hermano de su compañero estaba ahí, el león. Estaba peleando con espadas, moviéndose con elegancia y sin hacer tanto esfuerzo, el rubio peleaba con un humano y le iba ganando. Pero en esos momentos, Mireia no quería ver a Gorius, quería ver a Gorkan. Y no fue tan difícil, ya que la imagen se aclaró, estaba de pie, con los brazos cruzados, pero su mirada no estaba en su hermano, estaba en una joven que se mantenía oculta entre una capa. Parecía ajena a las miradas del líder, el cual no dejaba de verla y ocultaba una sonrisa.

Gorkan pareció notar que lo miraban, porque sus ojos se oscurecieron y vieron en dirección hacia ella. Mireia retrocedió asustada por la mirada que le lanzó e incluso el hada, ambas temblaron y se miraron. Gorkan se alejó y miró sobre su hombro, una clara señal de que lo siguieran y no cerraran aquel medio de comunicación, el hada miró a la hembra y está asintió, preparándose para los gritos del lobo.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now