CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO: FESTEJOS

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Solo una verdadera guerrera podría amarlo,

Solo una valiente podría levantarse en las noches y calmar sus miedos,

Solo una reina podría hacerlo dormir y guardar sus garras.

Gorkan se detuvo admirando como el castillo estaba siendo terminado, en poco tiempo aquel reino sería abierto, no llevaría el apellido de su familia y es más, ni el de la esposa de su tío. Herios se lo había dado a su sobrino, y no quiso volver, era demasiado duro ver los muros levantarse y ya no encontrar recuerdos de su familia, mucho menos de su gente. Ahora sería responsabilidad de su sobrino quien había sido apodado la bestia de esas tierras, quien había prometido recibir a todas las criaturas posibles, los ayudaría a quienes huían, pero a cambio debían respetarlo. Sabía que muchos zorros habían llegado, y aunque no habían hablado directamente con Goliat ya estaba decidido.

Los colores oscuros de los cuadros, las mesas y las sillas seguían provocándole incomodidad. De alguna manera Goliat quería que el castillo tuviera un aspecto aterrador para que nadie intentara acercarse.

Geiat sonreía mientras repartía agua para los machos y hembras que estaban levantando los muros, vio a su hermano recostado en un árbol, el rostro cubierto y una sonrisa en la boca. Faltaba poco y su pequeño hermano volaría de su ala, no solamente él, Mireia y Basil le pisarían los talones. Aquello seguía provocando un malestar, mucho más al ver que Geiat tenía la atención de más de un macho, todos queriendo su mano.

—Falta muy poco y este reino se levantará, tío estar orgulloso por lo que harás —Gariot se acercó sosteniendo en sus hombros al pequeño Basil que reía a carcajadas, su cabello cayendo en sus hombros con gracia, parecía que Gokan había vuelto a nacer—. ¿Qué te parece la estructura padre?

—Debo decir que Centauri es uno de los mejores, al igual que sus hermanos —y es que los tres hermanos se habían encargado del diseño, de buscar una piedra resistente y había sido Eireny quien había convencido a Goliat de no cortar los árboles que para el menor eran un estorbo—. Tu compañera es brillante.

—Debemos partir ya, desde acá escuchó que grita a sus hermanos —Gorius río, había llegado el día de ayer únicamente para el cumpleaños de Geiat que había sido adelantado así el león podría estar, y es que ahora su reino estaba pasando momentos malos y él debía estar ahí.

Gorkan sonrió viendo a su compañera regañar a su hermano Centauri y verlo reír haciéndole muecas, luego vio a Basil correr hacia él gritándole tío con aquella voz tan tierna y suave. El macho no dudó en tomarlo en sus brazos, rozar sus narices y colocarlo en sus hombros. Había insistido en venir desde que los escuchó, quería estar cerca de su abuelo y tíos, por más que Mireia le dijo que tenía que quedarse, el cachorro era necio, tenía un carácter diferente a su padre.

Gorius estiró los brazos y Gorkan se lo lanzó escuchando las carcajadas estruendosas del cachorro, si estuviera ahí Mireia ya les hubiera pegado, siempre estaba asustada respecto al crecimiento del pequeño, tenía tanto miedo que se olvidaba que era un lobo. Que sería feroz como sus tíos y abuelo, eso era lo que decía.

Los caballos estaban cerca así que cada uno tomó el suyo, Gorkan esperó a su compañera y sonrió cuando la vio llegar con aquel suelto vestido blanco y unas sencillas sandalias que Geiat le había regalado para su boda, aun podía recordar ese día. Aquel momento donde sintió tanta paz. Tan felicidad. Verla acercar solo hizo que el macho se perdiera en recuerdos, miles de ellos y en los más felices.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora