CAPÍTULO TREINTA Y SIETE: LA HISTORIA DE MAILES II

1K 179 65
                                    

—Recorrimos el infierno, sentimos el fuego arder bajo nuestros pies y sentir la soledad en nuestros corazones —señaló aferrándose a los brazos de su hermana—. Y luego Hades nos devolvió a nuestro padre, así, sin más.

Mireia la soltó sorprendida, se llevó la mano a la boca y la miró perpleja. ¿Pero qué decía? ¿Gariot de Hierro estaba vivo?

— ¿Qué dices?

—Él está vivo..., pero no es nuestro padre —la voz de la hembra tembló y Mireia tuvo que sostenerla con fuerza para que no cayera al suelo—. Solo se parece, pero no es mi papá.

— ¡Por Apolo y Artemis! —exclamó sorprendida la compañera de Gokan, tiró de su hermana y la abrazó con fuerza, besando su rostro y diciéndole que todo estaría bien, que todo pasaría, pero sabía que no sucedería. No quería imaginar cómo se encontraban los demás hermanos, con interrogantes, con miedos y dolor, ¿Cómo un muerto podía volver a caminar entre los vivos? Eso no era posible, todo lo que estaba sucediendo se había convertido en una tela de araña sin respuesta y ahora temía por la vida de su hijo.

Después de eso ambas hembras limpiaron su rostro y volvieron, hablando con los machos y con Luna, alistando sus cosas para volver al reino ya que Gorkan los había mandado a buscar, la amiga del lobo se encontraba triste porque creyó que él iría por ellos, pero asintió sin decir nada. Atrás, ella podía ver la unión de ambas hembras, de cómo se abrazaban, se veía que se querían. Era una familia, ¿tendrían espacio para ella?

Fue un largo camino donde permanecieron tensos, inquietos, lejos del reino se sentía en peligro así que cuando cruzaron las puertas soltaron el aire que no sabían que retenían. Luna se sorprendió al ver aquellas tierras llenas de guerreros, gritos, otros entrenando, otros en pequeños campamentos hablando y curando sus heridas. Miró alrededor y permaneció con el grupo al ver que recibía muchas miradas de hostilidad, de despreció e incluso gruñidos, así que al final Ork envolvió su mano alrededor de su cintura apegándola a su pecho pero sin mirarla.

Cuando cruzaron el campo y estuvieron a metros del castillo vieron a ambos hermanos salir, pero Luna no vio al otro hermano, sus ojos fueron hacia Gorkan que estaba tenso y llevando solo unos pantalones dejando a la vista las cicatrices en su torso y brazos, unas tan feas que le dieron ganas de llorar, porque gran parte de ellas habían sido causadas en sus propias tierras.

Vio al León soltar el aire contenido y abrazar a Mireia, para después besar la cabeza del cachorro que se mostraba feliz de tener a sus tíos cercas, Gorkan se acerca dejando un beso en la frente de su cuñada y tomando en sus brazos al pequeño Basil que se aferraba su cuerpo, oliéndolo para después soltar un gruñido. Los ojos del de Hierro se dirigieron hacia Luna y asintió en su dirección, pero la joven quiso más, quiso un beso y un abrazo, pero sabía muy bien que aquel macho no demostraba sus sentimientos.

—Gracias Kleus y Ork, gracias por cuidarlas —ambos machos asintieron—. Pueden ir a comer y ver a sus familias.

Luna miró a Ork que le devolvió la mirada y luego se fue, sin girar, vio el brillo de Kleus cuando se despidió de Mireia y el cachorro, la emoción y también la tristeza al apartarse de ella, pero por lo que pudo escuchar: era un amor perdido.

— ¿Y Goliat? —Mireia preguntó y ambos hermanos se miraron—. ¿Qué sucede?

—Te llevaré a su habitación, le dará gusto ver a Basil —Gorius tomó al cachorro en sus brazos, ronroneando causando la risa en él. Mireia se despidió de Luna y siguió a su cuñado en compañía de Geiat, dejando al lobo y a la humana ahí, de pie y en silencio.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora