CAPÍTULO VEINTISIETE: REINOS UNIDOS

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Lia apretó los labios con fuerza mientras sus manos seguían temblando bajo las sabanas de su fina cama. Respiró hondo tratando de tranquilizarse, de sentirse normal ya que no era la primera vez que arrancaba una vida. Pero ese sentimiento de sentirse vulnerable y frágil volvía a golpearla, y se sentía furiosa consigo misma. ¿Qué diablos le pasaba? ¡Esa no era ella! Aun podía recordar muy bien la primera vez que arrancó la vida de un ser humano, lo había hecho con animales y lloró esa noche, pero Mailes le dijo que debía ser fuerte, que alejara los sentimientos de debilidad, porque aún quedaba mucho por lo que luchar. Y así fue.

Cuando Mailes la llevó a matar a un cazador que había desobedecido órdenes directas, su cuerpo se tensó y por un momento estuvo en peligro de caer, de morir en manos de un ser insufrible, si no fuera porque tomó el valor de sacar su espada y levantarla en el momento que el tipo se lanzó y terminó enterrándose en la filuda y fina lamina que le quitó la vida. Se llenó de sangre, sus manos, su ropa y algunas gotas terminaron cayendo en su rostro. Sus manos temblaban y se echó a llorar desesperada. Su tío la sacó de ahí, pidió agua caliente y se bañó, tallándose con desesperación su piel hasta volverla de un rojo ardiente. Se envolvió en mantas y escondió su rostro entre las pieles pidiéndoles a sus padres que la perdonaran pero que todo lo que hacía era porque pronto los vengaría. Esa noche Odell había entrado a su habitación y la había abrazado, arrullándola y diciéndole que durmiera. Y es que nunca tuvieron algo tan fuerte como lo que él y su prima tenían, y a veces sentía celos, que su supuesto hermano preferiría a otra que a ella. Pero no le importaba, había nacido para grandes cosas y eso no la detenía.

Después de la prima persona que mató, vinieron más, y más, entre ellos criaturas detestables y le gustó. Amó sentir el poder en sus manos, sentirse Dios al poder quitarle la vida a alguien, saboreaba cuando enterraba su espada en su cuerpo, viendo como sus ojos se agrandaban, como palidecían y abrían la boca en una perfecta o. Se sacudían contra ella, gimiendo desesperados, mientras la muerte se acercaba y la miraba con recelo. Si, con el tiempo llegó amar el poder de quitar la vida, de decidir quien vivía y quien moría. Le gustó tanto que terminó haciéndolo por diversión y Mailes estuvo más feliz que ella. Pero ahora fue diferente.

Había quitado la vida de una persona que amaba, le había arrancado la vida porque él defendió a la culpable, porque le dijo que no eran hermanos, porque lo perdió todo en minutos.

Odell no era su hermano. Antonio y Luna no eran sus padres, y aquella venganza no era suya. No era parte de aquella hermosa y buena familia, no, ella era hija de uno de los hombres más odiados, un que quería poder y que le enseñó a matar. Era hija de Mailes y no de Antonio. Y no pudo evitar sentir aquel odio hacia su prima, ella que siempre le había arrancado lo que amaba, que siempre había estado oculta pero llamando la atención de todos, como si fuera algo precioso oculto entre capas de piel. La odiaba. La odiaba porque ella le había quitado su identidad ¡Ella era Lia la caperucita! ¡Hija de Antonio y Luna! Eso era y nadie podía venir y cambiar su historia, venir a cambiar quien era ella.

Tenía un propósito y acabaría con cualquiera que intentara alejarla de su camino. Ella era Lia Dreilin, hija de Antonio y Luna, era la caperucita roja. Aquella mujer que acabaría con todos los animales que se encontraban viviendo como reyes.

Se puso de pie y se quitó la ropa poniéndose con rapidez un vestido fino y trasparente que apenas cubría su cuerpo, dejando a la vista su belleza exótica. Se dejó el cabello suelto y salió de su habitación con dirección a los aposentos de uno de los príncipes, quien tomaría la corona ni bien la rata de su padre muera. Empujó la puerta y sonrió cuando lo vio de pie observando el mapa que estaba tendido en una de las mesas de madera, éste al escuchar la puerta se giró sorprendido y con una mueca en los labios se acercó envolviendo su mano alrededor de la muñeca de Lia.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu