CAPÍTULO VEINTISÉIS: LA VERDAD DE CAPERUCITA

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No habían terminado de hablar ya que Anastasia y Rafael habían aparecido, estuvieron hablando por largas horas y luego comieron algo, Liana necesitaba respuesta y Odell llevaba horas durmiendo, tenía muchas heridas en su cuerpo y apenas había comido. Lo entendía, pero el mar de confusiones crecía y no quería tener una hipótesis mala.

Pasada la media noche y sin poder dormir, bajó y se sentó en la puerta apreciando la tranquilidad de la noche y la del pueblo, la luna estaba en su punto, brillando con intensidad y tal vez venerando a sus hijos los lobos. Eso la hizo pensar en Gorkan, ¿Estaría bien? La última vez que le vio estaba en condiciones malas a punto de morir, quería saber si se había salvado aunque su corazón le decía que sí. Que Gorkan estaba bien. Quería verlo también, conocer a su gente pero la mirada de la muchacha que vino por él la hacía sentir miedo. Podía ver el odio a los humanos, ahora más que nunca. Lo entendía.

—Estás aquí pequeña —la voz suave de Odell la hizo sobresaltar así que su primo rápidamente se sentó—. Debemos hablar antes de que sea tarde.

— ¿Más de lo que ya es?

—Perdón —después de largos minutos en silencio se atrevió hablar pero Liana no lo entendió y confundida lo observó.

— ¿Qué debo perdonarte?

—Haber callado —el rostro de la chica era de desconcierto y Odell la entendió. Liana tomó su mano alentándolo hablar y éste con la voz ronca lo hizo—. Antonio y Luna estaban muy enamorados, felices lejos del pueblo, para ellos la vida en el campo era perfecta aún más teniendo a la abuela ahí.

— ¿Mis tíos?

—Realmente eran felices y yo era participe de aquello maravilloso —el joven se puso de pie caminando hasta la baranda de la casa, recostándose para después observarla—. Y luego llegó la bebé, yo estaba feliz, tendría a una pequeña con quien jugar, amarla y protegerla pero la felicidad duró hasta ahí. Yo estaba con papá pescando y mamá lavaba la ropa, se escucharon gritos y él corrió diciéndome que avisara a sus amigos y lo hice, pero cuando llegamos todos lloraban y mi tía sostenía a mi hermanita. Quería saber que sucedía hasta que sacaron los cuerpos de mis papás, no podía creerlo, para un niño tan pequeño ver eso fue un trauma. Mi tía me cuidó y llegaba cuando las pesadillas eran insoportables, pero mi tío se cansó de mis gritos y empezó a pegarme.

Liana apretó los puños y parpadeó varias veces para que las lágrimas no se acumularan en sus ojos. Odell la observó con los ojos igual de rojos y aguados, mientras recordaba aquel momento tan horrible, aquel momento donde su vida cambió.

—Prosigue.

—Empezó a golpearme, a encerrarme en mi habitación y darme agua con pan duro —arrastró las palabras y una sonrisa irónica tiró de sus labios lastimados por los golpes de su tío—. Cuando mi tía pudo sacarme de la casa pedí ver a mi hermanita y me llevó a su habitación, no lo entendía. Mi hermanita tenía una marquita en su pie que la hacía más especial, y ese bebé no. Grité pidiendo ver a mi hermanita y mi tío me pegó diciéndome que el bebé que estaba ahí era mi hermana y la que sostenía en sus brazos era su hija. Era mentira. Todo y las veces que quise decirlo y gritarlo, me pegaba hasta dejarme inconsciente. Mi hermanita crecía bajo la sombra, pensando que no valía nada y amando a un hombre que no era su padre. Él le robó la identidad, el nombre, su familia y sus valores solo por la venganza.

— ¿Qué dices? —la voz de la muchacha se quebró y negó repetidas veces, Odell se acercó con cuidado y tomó sus manos pero Liana las soltó molesta, triste y decepcionada. El muchacho lentamente tomó su pie con cuidado y pasó su dedo por la pequeña mancha en forma de flor.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now