CAPÍTULO VEINTE: LOS SECRETOS DE LA DIOSA II

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El lobo se ha inclinado,

La caperucita ha sonreído,

Sus reinos han caído y ella ha vencido.

El clan de Blazz había sido ubicado en el ala derecha del castillo, mientras que el clan de Sigurd había sido ubicado en la izquierda. No era un secreto que entre líderes siempre existía discrepancia, pero entre ellos dos eran aun peor, Goliat se imaginaba que ahora había una razón mayor del porque su odio mutuo.

Geiat estaba de pie, viendo por la ventana mientras pasaba su mano por el vestido verde oscuro que la habían obligado a utilizar, uno sencillo que se aferraba a su cuerpo y dejaba su piel a la vista, era lo máximo que se había puesto, mientras que Mireia vestía de blanco y en sus manos llevaba al cachorro Basil que pedía la atención de todo aquel que lo mirara, en más de una ocasión su tío Herios lo había abrazado y calmado, pero incluso el pequeñín se sentía intranquilo ante la presencia de los reyes. Ellos nunca salía de su reino, ellos nunca se despegaban de su fuente de poder, y eso los tenía preocupados a todos.

Gorius miró de reojo a Fuego y Elihan, que discutían en una esquina. Blazz hablaba con su mano derecha dando órdenes mientras Sigurd esperaba en una esquina. Todos angustiados. Con miedo.

— ¿Por qué tardan tanto? —gimió Geiat girándose y viendo a su hermano mayor que estaba tenso y bebiendo vino.

—Calma, ya deben de estar llegando.

— ¡Líder, líder Gorius! —gritó un lacayo y todos se pusieron tenso cuando éste apareció en la sala. Los que estaban sentados se pusieron de pie y rápidamente salieron del castillo deteniéndose en la entrada. Gorius pasó su mano por su larga melena y bajó unos escalones, Goliat y Geiat lo imitaron colocándose cada uno a su lado. Al escuchar un chillido todos levantaron la mirada y apretaron los labios al ver al hipogrifo que descendía con elegancia. Sacudiéndose y fijando sus ojos en el líder.

Los reyes bajaron del hipogrifo y fue Kirack quien se quedó más tiempo pasando sus dedos por la criatura, para después sacudir su lomo y alejarse de ella. Los tres vestían de blanco, su belleza los ponía tensos al igual que la sonrisa que llevaban.

Las criaturas alrededor bajaron la cabeza cuando ellos pasaron, inclinándose esperando que dieran la orden para que por fin pudieran ponerse de pie. Los reyes se detuvieron frente al león y una sonrisa tiró de sus labios. Avah observó el castillo y sus alrededor y no escondió su sorpresa, era realmente hermoso y amplio. Este parecía oculto entre grandes y viejos árboles, que hacían que se viera aún más hermoso.

El río que rodeaba esas tierras estaba a unos metros de distancia y pudo observar a hembras y cachorros cerca. Para finalizar, a unos largos metros estaba el portón de Hierro y otras piedras, algunos decían que había sido un regalo de Apolo, y que por eso no podían ser derrumbadas.

Magnifico, quiso expresar Avah pero se quedó callado admirando.

—Gorius hijo de Gariot —señaló Kal viéndolo, eran casi de la misma altura pero el león era musculoso, casi tosco. Los ojos del rey cayeron de inmediato en la joven princesa y no pudo evitar recorrerla con los ojos, disfrutando de la manera en como llevaba aquella tela oscura, ante eso, el león gruñó celoso—. Veo que será una cena interesante.

—Por favor, pasen —Herios los invitó haciendo señas, todos se hicieron a un lado y los reyes avanzaron con gracia. Sus ojos recorrieron todo el lugar, deteniéndose a ver los cuadros que caían, pinturas que reconocieron de inmediato. Incluso en una, donde solo había una silueta pequeña, lo reconoció como el pequeño cachorro que los de Hierro no conocieron.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now