CAPÍTULO CINCUENTA: EL GRAN LOBO

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Las puertas se han abierto para luchar contra el gran lobo,

Todos sus arcos han levantado para apuntarlo,

Quinientas flechas han caído a su alrededor y ninguna en su pecho.

El rey de reyes lo ha enfrentado y el gran lobo la cara ha mostrado.

Gorkan cerró los ojos y lentamente tomó la forma humana, su cuerpo le dolía, aquellas heridas que caperucita le había provocado tardarían en curar. Miró su vientre y hombros ahogando un gemido de dolor. Pero se había terminado, ya había acabado con el depredador del bosque, con aquella criatura que mataba por placer y que todos temían.

Bajó la mirada con lentitud encontrándose con los ojos oscuros y vacíos de la bestia, viendo su rostro ensangrentado, ¿en qué momento había muerto? ¿Cuándo devoró su garganta o cuando se comió su corazón? Ya no sabía, pero la había escuchado gritar, pero nunca pidió clemencia, nunca le pidió otra oportunidad al lobo. En esa parte ambos eran iguales, tal vez no estaba lejos de ser un depredador, de tener la oscuridad de aquel mal convertido en una mujer pequeña y delgada. Tal vez no estaba lejos de lo que todos decían, de que era una bestia.

Se alejó por completo del cuerpo de la mujer, pasó su antebrazo por su boca para eliminar la sangre ahí, al igual que en su barba y cabello. Escupió los residuos que aún tenía en la boca, asqueado, pero al final había sido necesario. Se mantuvo de rodillas, con el rostro inclinado, sin moverse y escuchando a lo lejos el grito de las especies mientras luchaban. Un golpe seco lo hizo sobresaltarse y girar el rostro, a unos pocos pasos había un cuerpo de un lobo, este lentamente tomaba su forma humana dejando a la vista su idéntica. Gorkan miró más atrás y se sorprendió al ver a Eireny de pie, con el arco y la mirada de fuego, lentamente bajó su arma y observó la escena. No había asco en sus ojos y mucho menos miedo. Ella no le tenía miedo.

La hembra lentamente bajó el arco colocándolo en su espalda y acercándose a Gorkan, sacó de su cadera un cantarito de barro, lo abrió y lo colocó en el suelo para después romper un pedazo de su largo vestido y mojarlo con el agua del cantarito. Con lentitud empezó a pasarlo por el rostro de Gorkan, quitando las manchas de sangre, tan suave que el lobo se quedó observando aun sus ojos de fuego, la forma en como fruncía la nariz como si estuviera haciendo algo importante, y tal vez lo fuera.

Cuando su rostro quedó limpio, al igual que su barba y cabello, la hembra volvió a romper otro trozo de su vestido y con ese ató el cabello del rey, quitando las mechas de su rostro para que no lo molestara y pudiera ver con claridad. Tiró aquel trozo de su vestido lleno de sangre, y volvió a romper otro para mojarlo y empezar a curar con cuidado las heridas del cuerpo del lobo, pero el agua no lo ayudaría, no podrían con aquellas profundas heridas.

Eireny al verlo sin sangre soltó el aire contenido y buscó su mirada, su sorpresa fue mayor cuando lo descubrió viéndola, no había oscuridad en sus ojos y por primera vez fueron un azul limpio. En calma, sin tormenta. Nadie se hacía una idea, nadie imaginaba la paz que ahora el lairs sentía por haber acabado con caperucita, nadie podía hacer una idea del descanso que tenía Gorkan, y que después de tantos años por fin podría dormir e incluso morir si quisiera.

-Debemos bajar para que Geiat cure tus heridas, mi rey.

-No decirme así -aclaró su garganta y relamió sus labios, deteniéndose para poder formular muy bien la oración-. Dime Gorkan, y te diré Eireny.

-Gorkan -contestó ella con lentitud poniéndose de pie pero el lobo tiró de ella con lentitud colocándola encima de él, la hembra se sobresaltó confundida pero el rey nunca la soltó-. Estás muy herido, deja que me levante para poder ayudarte.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now