CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE: ¿QUIÉN ES EL MALO?

915 135 57
                                    


Los tambores se escuchan a lo lejos,

Pisadas fuertes marcan la tierra santa,

Los males se han desatado y el lobo venganza ha gritado.

Caperuza al bosque ha entrado pero comida a su abuela no ha llevado,

El lobo inocente se acercado y caperucita con su espada lo ha marcado.

Gorkan estaba inclinado, el cabello cayendo en su rostro pero la caperucita roja podía ver aquellos azules ojos mirarla fijamente, diciéndole que hoy se terminaría lo que hace años comenzó, hoy uno de los acabaría con el otro o tal vez aquella venganza terminaría por matarlos a ambos.

Las criaturas estaban atrás de Gorkan e incluso los mismos lairs, los Dioses seguían sin creer aquello, como una criatura como él ahora era coronado como el rey de reyes, como el más fuerte en tierras santas, como el único que podría acabar con la maldad que se había desatado hace años. Aquello que había desatado el mismo Apolo.

El sol estaba en su punto, brillando con fuerza y el cielo despejado de nubes, más de uno miró al cielo preguntándose si había algún Dios mirándolos, riéndose de su sufrimiento, tal vez lo había pero eran demasiados cobardes para bajar y luchar, o tal vez se encontraban entre ellos.

Gorkan miró a caperucita, vio su capa roja cubriendo su cuerpo, vio sus cabellos oscuros y ondeados caer a su lado, como si haya pasado mucho tiempo al cuidado de este, a su lado estaba el rey, quien era proclamado como su compañero. Ambos tal cual, o tal vez aquel humano era bueno pero al verse enamorado de aquella mujer tan vacía, había hecho todo lo que quería. No le importaba, al lobo no le importaba quien era bueno o malo en aquel bando, no le importaba quienes estaban ahí por obligación. Él acabaría con todos, porque su corazón no estaba lo suficientemente limpio para sentir piedad, y eso todos lo sabían.

Gariot miró a Gorius que se acercaba a su hermano y el miedo se instaló en el pecho del lobo viejo, ver caer a su hijo del cielo y proclamarse como un grande lo aterró, ver las facciones animales, los ojos devoradores y la fuerza lo hizo retroceder. Pero era su hijo, el cachorro que había sido rechazado por todos por su falta de atractivo, por no poder comunicarse, el cachorro que había llorado en su hombro preguntándole porque los demás no lo amaban. Era su hijo, y ahora más que nunca daría la vida por él, por ellos. Gorkan les estaba demostrando algo, les estaba diciendo que lucharía con garras por defender a los suyos, y muchos de los machos y hembras que estaban ahí lo habían rechazado.

—Gorkan —lo vio relajar sus músculos y luego escuchó un gruñido que alteró los sentidos de más de uno, aun no comenzaba la batalla, nadie sabía que estaban esperando pero al ver al Dios Apolo sabían que algo más sucedía allá arriba. ¿Hasta cuándo más secretos?

—Padre —susurró y las comisuras de los labios de Gariot se elevaron ante aquella palabra, su cachorro había crecido tanto, y se parecía a él. Gorius sacó la belleza de los leones, de su madre al igual que sus dos últimos hijos, y Gokan siempre fue un enigma en su parecido, aquellos ojos rasgados y oscuros picaban la curiosidad del que fue rey. Pero Gorkan, él era una réplica suya, una más salvaje y más fuerte, pero se parecían; nadie podía dudarlo—. ¿Qué te hicieron? Yo matar, yo los mataré.

Se corrigió y Gariot se acercó pasando su mano por la nuca de su hijo mayor, atrayéndolo a su cuerpo para abrazarlo, sentirlo y escuchar su corazón le trajo la calma que no había encontrado en esos días. Después de enterarse que su querido amigo lo había traicionado, después de saber que había abierto las puertas para la gente de caperucita lo había consumido, había confiado en él, pero ya se encargaría de buscarlo y pedirle respuestas.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora