CAPÍTULO VEINTIUNO: REGLAS ROTAS

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Geiat apretó los labios cuando escuchó el débil silbido en la noche cuando todos dormían. Apretó el arco en su espalda y encima se colocó la capa oscura y cubrió la mitad de su rostro, no quería que los reyes se dieran cuenta de su ausencia, ya Gorius les daría alguna excusa creíble, pero ella no dejaría a su hermano en manos de alguien tan cruel.

Empujó la puerta y se sorprendió de ver a Gorius recostado, con el cabello cayendo en sus hombros y casi desnudo, ya entendía por qué las hembras murmuraban cuando lo veían pasar cerca incluso con aquellos trapos. Maldijo internamente cuando su hermano mayor ingresó y se sentó en su cama y esperó que la joven hablará.

—La princesa debería estar durmiendo en estos momentos —reflexionó viéndola fijamente—, me causa curiosidad verla salir a estas horas como una ladrona. ¿Qué buscas afuera, Geiat?

—La libertad de mi hermano.

—No puedo dejarte ir, eres joven y ya he perdido demasiados hermanos como para que la lista crezca —siseó y la muchacha retrocedió cuando lo vio ponerse de pie y caminar hacia ella—. Deja ese arco en su lugar y duerme.

— ¡No! —gritó cuando lo vio girarse, Gorius se detuvo molesto pero no giró—. ¡Quiero a mis hermanos de vuelta! ¿No te das cuenta? Ustedes se fueron y yo me quedé aquí, tratando de superar la muerte de nuestros padres y de que mis hermanos huyeran de aquí. No puedo permitir que otra vez suceda. Perdimos a Geriank y a Gokan, no perderé a otro más.

— ¡Basta Geiat! —exclamó girándose enfurecido. La joven se sobresaltó y era que su hermano no era así, no con su familia. Vio su pecho subir y bajar con violencia y sus ojos adquirir un amarillo brilloso que la hizo temblar como la hoja de un papel—. Detente ya. No saldrás, buscaré una forma de salvar a Gorkan, pero no te pondré en peligro.

Gorius mordió su labio con fuerza, no le gustaba hablarle así, lo detestaba, pero si no ponía un alto, la perdería. No quería perder más hermanos, él mismo viajaría en la mañana y rompería las reglas de los reyes, iría con su gente a rescatar a Gorkan, pero no llevaría a su hermana. Debería entender los peligros que había allá afuera, debería saberlo, pero solo se estaba dejando guiar por el impulso y la desesperación.

—Debes perdonarme querido hermano, pero no voy a obedecerte —la muchacha sacó su arco y tomó una flecha, tiró de la cuerda con fuerza y la soltó mientras cerraba los ojos. Nunca fallaba, y está vez Gorius no fue lo suficiente rápido para evitarlo provocando así que la flecha impactara en su hombro arrancándole un gemido para después caer al suelo desmayado. La muchacha sollozó cuando colocó otra vez el arco en su espalda y llegó hacia su hermano, acarició su cabello y besó su frente—. Vas a despertar en unas horas y yo ya estaré aquí con Gorkan, porque soy una de Hierro, y nosotros nunca nos damos por vencidos.

La joven cerró la puerta y se apresuró a bajar las escaleras tratando que ningún guardia se diera cuenta o avisaría a los demás, cuando estuvo lejos del castillo y se había enterrado en el bosque, silbó y Fuego apareció con una sonrisa en los labios. Ahora su cabello negro y lacio caía en sus hombros con gracia, sus ojos brillaron con intensidad cuando levantó la mirada y vio la culpa en los ojos de la joven princesa.

—No quería perdérmelo —señaló pero al ver el labio de la joven temblar, tiró de ella y la abrazó. Era como su hermanita y la entendía, su corazón aún seguía doliendo con la muerte de los de Hierro, y la reciente de Gokan. El hecho de que su gran amigo Gorkan estuviera en las manos de la caperuza, lo inquietaba—. He traído compañía mi princesa.

—Hola princesa —dijeron al unísono Blazz y Sigurd, al segundo lo único que se le pudo ver fueron los ojos color agua entre tan oscuridad.

—He traído a mis cinco mejores, los demás se quedaran aquí cuidando de los suyos —el líder pantera señaló a cinco machos de piel negra, grandes y con una mirada feroz, sin duda los mejores.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now