CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE: ¿DÓNDE ESTÁ CAPERUCITA?

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Gorkan sostuvo la capa blanca que reposaba en la cama que ahora se encontraba tendida, olisqueó la prenda y una mueca se formó en sus labios. La pequeña había llorado mucho, podía oler la tristeza y la decepción, también olía a otra persona, la maldad, la traición y el odio. Un olor que reconoció pero que rápidamente ocultó para que los demás no se dieran cuenta, ya tenían suficiente con lo que en sus tierras sucedía, no quería atormentarlos más. Ya habían sufrido demasiado.

No había mentido, no esta vez. Al principio había sentido curiosidad por aquella pequeña cachorra, había querido protegerla porque en su mente siempre estaba su hermana, princesa que en su momento ya no sabía cómo era, verla, le recordaba su pasado, le recordaba algunas veces a Lucier, la hembra que muy joven había quedado preñada de él. Gorkan estaba agotado de lastimar a los demás y por primera vez en su vida estaba siendo sincero, aunque la verdad había terminado por alejar a la hembra que había hecho mucho por él, pero no estaba obligado amarla, a mentirle, porque su corazón hace mucho había dejado de sentir, hace mucho se había perdido en la oscuridad.

Gruñó bajito y salió de aquella habitación pidiendo que la limpiaran y luego fuera cerrada, se dirigió a la suya y se despojó de la ropa sucia por el largo entrenamiento que habían tenido y luego se metió dentro del cubo de lata donde el agua fría lo recibía, mostró los colmillos sintiendo sus músculos relajarse y las heridas causadas por leones y panteras sanar de inmediato, se sumergió y los recuerdos lo golpearon.

Se había escapado junto con Gokan y Gorius a una de las fiestas de las hadas, su padre seguro luego los mandaría a buscar y al ser el mayor el castigo seria mayor, pero no le importó. Río a carcajadas cuando Gokan más de una vez se quejó diciendo que por culpa suya no saldría de caza para su cumpleaños, una tradición que la hacía solo todos los años, un respiro, decía el lobo. Gorius solo negó y es que tenía oportunidad de ver a la cazadora Deanet, sabía que ambos se querían y tal vez en poco tiempo su hermano la tomaría como compañera.

Él, la bestia como era llamado por las razas y por su propia manda, estaba enamorado de la hembra más bella que haya pisado aquellas tierras, una hembra que en poco tiempo se convertiría en líder, una hembra que podría tener hasta los mismo reyes pero que había fijado sus ojos en el lobo. Una hembra que pronto se convertiría en su compañera y traería al mundo a su primer cachorro, a su príncipe.

Los tres de Hierro llegaron al reino de hada y más de uno se sorprendió al verlos, uno que otro se inclinó por respeto y otros fruncieron los labios, raro que pisaran aquellas tierras. Pero estos parecían darles igual ya que rápidamente se integraron y empezaron a danzar, vio al león bailar con Deanet, los vio reír y Gorkan sabía que en un futuro ambos serían muy feliz reinando.

Gokan danzaba con las hembras, ellas encantadas por la belleza de aquel lobo, cautivadas por su forma de expresarse y cantar, porque esa era una de las cualidades de su hermano menor.

Gorkan, sin embargo, la buscó hasta que la encontró con su padre, ella llevaba un largo vestido oscuro, su cabello cayendo como cascadas en sus hombros y bajo sus ojos pequeñas gotas dibujadas con tinta negra. Los ojos de la hembra se iluminaron y se perdió en el bosque, el lobo entusiasmado y con media sonrisa en los labios la siguió hasta que la encontró recostada bajo un árbol con su mano en su vientre acariciando con suavidad, el pequeño cachorro había sido ocultado por un hechizo, aun no era bueno que sus padres se enteraran de su llegada, Lucier tenía miedo de la reacción de su padre el líder Hada, temía las represarías hacia su amado.

—Espero se parezca a ti, yo soy horrible —Bromeó Gorkan colocando su grande mano en el pequeño vientre de su hembra, río cuando sintió una patada y se inclinó gruñendo, para que el cachorro lo sintiera.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now