CAPÍTULO QUINCE: EL EJERCITO

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La luna ha salido,

El sol grita guerra, y las criaturas preparan sus garras

Las cazadoras cuidan sus tierras, y los líderes dan la orden.

Gorkan escondió lentamente las garras que se asomaban, sacudió su rostro con rapidez y los colmillos desaparecieron al igual que aquellos ojos tan penetrantes. Dio un paso hacia adelante, pero la joven tembló y retrocedió, en una de sus huidas terminó cayendo y golpeándose la cabeza. El líder lobo se apresuró a llegar hasta ella, la joven tartamudeó y se llevó la mano a la parte afectada, cerró los ojos y un chillido lastimero escapó de aquellos pequeños labios.

La cargó en sus brazos, sosteniéndola contra su pecho y corriendo hacia aquella cabaña que había encontrado hace semanas. Empujó la puerta y la recostó en uno de los catres que estaba cerca, rompió un pedazo del vestido y se lo puso en la zona afectada, la joven tartamudeó y se quejó, Gorkan negó pidiéndole que se calmara, y Liana terminó cediendo.

El mayor de los hermanos de Hierro se puso de pie, saqueando algunas de las cosas que se encontraban ahí y rompió otro pedazo de tela, fue hasta el río que estaba cerca y llenó un cubo de agua, volvió y la encontró en la misma posición y algo más pálida. Él mojó el pedazo de tela y la movió, mientras limpiaba la herida. La herida era más grande de lo que pensaba.

—Esto te va a doler, pero sanaras. Bien, ¿confías en mí? —los ojos de la muchacha se aguadaron y mordió con fuerza su labio, para después terminar asintiendo y cerrando con fuerza los ojos.

Gorkan se inclinó, limpiando la herida por completo, para después sostenerla con fuerza de los hombros. Sintió su cuerpo tensó, así que decidió hacerlo más rápido, se acercó y lamió varias veces la herida, escuchando a Liana quejarse y llorar contra su cuerpo. Sabía que ardía, pero sanaría, lo haría. Lamió dos veces más hasta que dejó de sangrar. Aprovechó para colocarle un pedazo de tela y recostarla con lentitud.

Liana tenía los ojos rojos y las mejillas bañadas de lágrimas, ella había apretado con fuerza su brazo que al final terminó clavando sus uñas. Gorkan pasó sus dedos por su cabello, quitándolo de su frente para después esbozar una sonrisa y la joven, sin miedo, le devolvió la sonrisa.

Estuvieron así por largo rato hasta que el dolor pasó y dejó de sangrar, el lobo la ayudó a ponerse de pie, sosteniéndola de sus hombros y guiándola a la salida. Ninguno de los dos habló, y Gorkan temió que Liana terminara diciéndole a su padre lo que él y su hermano eran. Sentía terror, rabia y al mismo tiempo confundido, no sabía cómo iba a reaccionar, y entre tantas cosas se dio cuenta, que temía más lo que pensara de él.

La noche se estaba yendo, y el sol en poco tiempo saldría, así que ambos se apresuraron a llegar hacia la casa de la joven, Gorkan se mantuvo en silencio, viéndola. Liana pasó sus dedos por la herida e hizo una mueca, el lobo dio un paso hacia ella pero la joven negó regalándole una tensa sonrisa. Alisó su vestido y empujó la puerta, antes de entrar se giró y lo miró.

—Madre dice que el tío Antonio amaba los lobos. Descanse, mi señor —y entró. El líder lobo miró alrededor, para después correr hacía su cabaña y encerrarse. Una sonrisa tiró de sus labios y se recostó en su catre, escuchando la respiración pausada de su hermano, miró alrededor y cerró los ojos, sintiéndose diferente. Sintiéndose pleno.

(***)

Liana no le había dicho a nadie de que él era un lobo e incluso había huido de su mirada y de su presencia. Cada que el lobo quería acercarse, la joven se excusaba y se alejaba, como si le tuviera miedo, pero Gorkan había olido muchas veces, y su olor era diferente, más no de miedo. Quería hablar con la muchacha, pero tenía claro que su manada y los suyos estaban en primer lugar.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now