CAPÍTULO CUARENTA Y UNO: LA BESTIA QUE SIEMPRE FUE

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En invierno un cachorro nació,

Un gruñido y un rugido de su garganta escaparon,

Todo el reino miedo sintió

Y él en rey se convirtió

-No lo hagas -pidió Herios tomando del brazo a su sobrino, Gorkan gruñó mostrándole los colmillos a su tío y éste bajó las manos temeroso, el rey se quitó la camisa y se quedó en unos pantalones rotos, después se giró viendo el rostro tenso de Gorius, Fuego, Geiat, Eireny, Blazz y Sigurd. Eran los únicos que lo habían acompañado cuando había dado la orden de preparar todo para el enfrentamiento, para poder luchar por el trono de Hierro, las criaturas alrededor habían soltado exclamaciones y a los minutos se habían convertido en una fiesta, la comida reinaba y las criaturas estaban preocupados por quien tomaría las riendas de aquellas tierras.

Su tío le había suplicado que no aceptara y por un momento Gorkan sintió aquel calor en su pecho pero cuando su tío le dijo que podía matar a su único hijo vivo, sintió una rabia. ¡Apenas lo conocía! En cambio a él lo había visto desde que era un cachorro. Con más ganas le demostraría a quien se había enfrentado, no podía venir y quitarle la corona, no estando en sus tierras.

Cerró los ojos y luego los abrió encontrándose con sus amigos y hermanos, Sigurd aclaró su garganta y el lobo fijó sus ojos en él.

-Debes tener mucho cuidado -el oso explicó caminando hacia la ventana y observando al lobo con el pecho descubierto y mirando alrededor con una sonrisa plasmada en la boca, como si diera por hecho que había ganado, pobre infeliz, no sabía que había venido a buscar su propia muerte-. Huele a traición y usará métodos para tratar de ganarte, debes mantenerte cuerdo, buscar tu lado humano y no dejarte cegar por la ira.

-Debes matarlo -señaló Fuego y Sigurd le dio la señal ignorando la cara de dolor de Herios quien terminó huyendo de ahí y a los minutos lo vieron con el lobo, hablando-. Tu tío no va a perdonártelo. Es su único hijo.

-Nosotros somos sus hijos -siseó con voz ronca Gorkan, sus ojos habían adquirido un color amarillo y sus facciones se habían endurecido.

Los gritos allá afuera eran más fuertes así que los hermanos salieron y luego los amigos, Eireny se quedó y Gorkan inquietó la miró fijamente pero la hembra no bajó la mirada, al contrario, lo miró con la misma intensidad.

-Debes darte prisa, él fue enviado para comprar tiempo, tiempo que no tenemos -la muchacha explicó y Gorkan siseó como una serpiente-. Te quiero sano y salvo, guarda fuerzas que antes de que los dragones nos ayuden querrán dar pelea.

- ¿Me estás deseando suerte a tu modo? -Gorkan la siguió con cuidado, asombrado de que haya podido formular una oración sin equivocarse o ser inentendible. La hembra lo miró sobre su hombro y una sonrisa se extendió por sus finos labios.

-El rey Gorkan no necesita suerte -finalizó alejándose. Gorkan soltó el aire contenido y luego salió, todo estaba en silencio, pisó con fuerza la tierra y elevó la mirada encontrándose con la de las criaturas y luego con la de su tío, quien temblaba y negaba. Lo amaba, era como un padre, pero no podía dejar vivo aquel que se hacía llamar como un De Hierro, solo ellos sabían que era llevar aquel nombre en los hombros, aquel nombre que estaba manchado por mucha sangre.

Gorkan avanzó y luego se detuvo frente al aclamado primo, se miraron y vio la burla en su rostro, su tío volvió acercarse pero no a Gorkan, sino a su hijo, el lobo gruñó queriendo dar un paso hacia adelante pero Gorius con fuerza tiró de él, su rostro serió lo hizo detenerse de lo que podía hacer.

-Te he visto pelear, ganar a muchos líderes, te he visto matar, pero...

-Pero debo tener cuidado porque está con Caperuza -Gorius asintió dándole la mano para apretarla con fuerza-. Ten listo mis cosas, el tiempo nos está ganando.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now