CAPÍTULO VEINTIOCHO: EL REY DE HIERRO

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Gorkan desde su habitación podía ver a las panteras entrenar, su piel oscura era lo que más llamada la atención de ellos y su agilidad, algo que pocos tenían

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Gorkan desde su habitación podía ver a las panteras entrenar, su piel oscura era lo que más llamada la atención de ellos y su agilidad, algo que pocos tenían. Podían pasar desapercibidos en las noches, podía correr más rápido que ellos y también podían acabar con cualquiera en cuestión de segundos. De ahí salían los guerreros más fuertes e inteligentes, ninguna raza podía superarlos pero si igualarlos tal vez.

Su líder era Sigurd Torrent la pantera que estaba comprometido con su hermana pequeña, o que quedó como un tal vez puesto que su padre no lo aceptó y él tampoco lo haría. No era un secreto para nadie que estaba involucrado con la curiosa que lo había sanado, no quería eso para su princesa, ella escogería al macho que quisiera. Pero como decía su tío Herios, la unión de ambas especies sería una fortaleza, se convertirían en los más fuertes y ganarían más de una batalla. Pero no le importaba la unión o la fama que podía genera eso, era lo suficiente fuerte e inteligente para hacer ganar a su reino y protegerlos.

Por otro lado estaba el campamento de Blazz de Bestik, grandes criaturas y fuertes. En fuerza, solo los leones y lobos podían igualarlos, no los quisiera de enemigos. En el pasa-do se había enfrentado con el líder oso, habían luchado y aunque habían quedado iguales, Gorkan tardó en recuperarse de las heridas que le había causado. Aquel líder oso y él tenían mucho en común, y aunque en el pasado habían sido enemigos ahora juntos pelea-rían.

Vio a sus guerreros abrir los brazos y luego golpear su pecho y producir un sonido escalofriante. Fue un gruñido, feroz que hizo que los lobos giraran su rostro al igual que los leones y las panteras. Blazz esbozó una sonrisa y dio la orden para que empezaran a luchar entre ellos, señalando sus puntos débiles y también halagando a los más fuertes. Admiraba su fuerza, y es que también se convirtió en líder muy joven, pero a diferencia de él: no huyo y se quedó para guiar a su gente.

Al otro lado del río estaba el campamento de los leones liderados por su hermano Gorius, todos sus guerreros convertidos y irguiéndose para después lanzarse unos a otros y luchar. Eran casi tan enormes como los osos, hermosos y con unos colmillos hechos para enterrarse en la piel del enemigo. Eran criaturas nacidas para gobernar, para siempre sobresalir y ganar, todos inclinándose cuando el rey pasaba, alborotando su melena dorada y golpeando su pata contra el suelo. Su hermano era increíble, nadie podía pensar que aquella criatura tan alta y musculosa podía ser amable, tierno y amoroso. Nadie. Y eso siempre era una ventaja.

Y en centro estaban ellos, los lobos, los audaces y muchas veces solitarios. Los guerreros están siendo entrenados por Fuego, quien permanecía ahí con el rostro inexpresivo y luchando, mostrándoles que afuera el peligro era peor, que no era leales y que podía utilizar una y mil artimañas para matarlos, era el mejor solo él podía mostrarles como vencer.

Gorkan sonrió cuando vio a Geiat avanzar hacia los lobos con su arco entre sus dedos, Goliat atrás y pidiéndole a Fuego que la deje entrenar, no le sorprendió que Fuego se girara y lo mirara directamente, como si de hace mucho se habría dado cuenta que estaba ahí, observándole. Sus ojos por un momento revelaron el infierno para después volver a su estado normal, el líder lobo asintió. El reino estaba hecho un revuelo, ya que antes de que la corte se reuniera, debía ser coronado como rey de los lobos, debían portar y jurar lealtad para que su opinión fuera tomada en cuenta. Estaba ansioso, no había dormido nada e incluso había pedido que su comida fuera llevada a su habitación, por ahora no quería ver a nadie, no hasta esa noche.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now