40- Últimos días

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~(T/N)~

Tras el entrenamiento de los cadetes, fui a nuestro cuarto para ver a Levi. Quería comprobar si se había portado bien en mi ausencia.

Empecé a caminar por los pasillos, pensando en lo que tendría que hacer luego.
Sobre los cadetes, por lo que tengo entendido, tengo que volver otra vez después de la comida. Lo que significaba que tenía poco tiempo con mi azabache y tendría que aprovecharlo. Digo esto porque estoy a un poco más de una semana para la expedición. Le echaré mucho de menos y me gustaría estar con él en vez de entrenar a esos... Niños... Pero son órdenes, así que tengo prohibido desobedecerlas.

Suspiré pesadamente, topándome con la puerta delante de mí.
Entré lentamente, encontrándome la cama donde tendría que estar Levi, vacía. Fruncí el ceño.

Caminé dentro de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí.
Llegué al baño. Tampoco estaba. Pensé que estaría duchándose... Pero no...

–Rivaille Ackerman, como te encuentre, te mato –gruñí en un susurro y con los dientes apretados.

–¿Ah, sí? –escuché una voz detrás de mí y me giré, sorprendida.

Estaba apoyando en la pared, justo en una parte de cuando se abre la puerta, no se ve.

Sonreí al verle, le había echado de menos. Pero sacudí la cabeza, frunciendo el ceño de nuevo y poniendo las manos en mis caderas.

–¿Por qué no estás descansando como te dije que hicieras y me prometiste que harías?

–¿Acaso te dije "te prometo que descansaré"? –alzó una ceja con una sonrisa burlona.

Se separó de la pared y caminó hacia a mí. Inflé los mofletes, molestándome porque era cierto y porque no estaba descansando.

Me cogió de la cintura, aferrándome a sí mismo. Continué con la mirada apartada incluso cuando acercó los labios a mi mejilla para besarla suavemente.
Condujo los labios por mi mandíbula, dejando suaves besos a sus pasos.

Me mantuve estática a su paso, pero interiormente quería devolverle los besos y hacerlo sobre sus labios. Pero tenía que mostrarle que estaba enfadada y preocupada por su salud.

Al ver que no reaccionaba, subió sus besos hasta mi oreja derecha, en la que tenía especial sensibilidad y él lo sabía.

–Oh, vamos... –susurró sujetándome con firmeza.

Fruncí un poco más el ceño por su intento de seducción. De un momento a otro se encontraba mordisqueando la parte superior de mi oreja, haciendo que me sonrojara de forma brutal y soltara un suspiro.

Sonrió satisfecho por mi reacción y continuó haciéndolo durante un rato.
Cerré los ojos con fuerza, poniendo las manos en su pecho y empujándolo suavemente.

–Qui-quita... Por favor... –susurré sin poderme casi aguantar del placer y los escalofríos que eso me provocaba.

Rió suavemente en mi oído, apartándose por unos momentos.

–Entonces no te enfades conmigo... Además, no puedes demostrar que no he estado descansando todo el tiempo menos cinco minutos... –se separó un poco de mí, mirando mi expresión llena de vergüenza y roja como un tomate.

Lo pensé de nuevo. Tenía razón... ¿De verdad me había hecho caso?

–¿Es ese el caso? –me crucé de brazos, mirándolo desafiante.

–Quizás sí, quizás no... Sólo yo puedo saber eso... –sonrió victorioso. Volví a fruncir el ceño y rió– por supuesto que sí, mocosa. Sabía que te preocupabas por mí.

Relajé la expresión y me acerqué para abrazarle yo, esta vez.
A lo que correspondió sin ninguna duda, cosa que agradecí y me hizo sonreír.

–¿Cómo ha ido el día? –se sentó en la cama y me hizo sentarme en su regazo, pero me puse a su lado.

–Primero, ¿Te tengo que recordar que aún tienes las heridas abiertas? No me voy a sentar encima de ti y menos con esa herida que tienes en la rodilla. Aunque esté cosida tiene que cerrarse bien –sé que me estoy molestando por cada cosa que le pasa, pero es normal... Sólo estoy preocupada. ¿Y si no consigue recuperarse por haber hecho eso? Entonces ya no hace tanta gracia. Suspiré, apartando esos pensamientos– por favor, cuídate... –susurré. Me cogió de la mejilla para besarme de nuevo, pero esta vez fue más corto.

–Lo haré, lo siento –dijo. Sonreí ligeramente.

–Y bien, ha ido bien. No ha habido ningún tipo de enfrentamiento ni tampoco problemas con el aprendizaje –comenté.

–¿Jaeguer? –preguntó con tono serio. Es cierto que desde lo de aquella vez no quería que me acercara mucho a él.

Pero no tenía malas intenciones, le ponía nervioso estar conmigo porque soy su superior y sólo unos años mayor que él. También supongo que está en una edad en la que se mira mucho a las mujeres, por eso no importa. Además le dejé claro que estaba con Levi y no pretendía dejarlo ni nada por el estilo.

Hablando del tema, unos días después del golpe que recibió de Levi, lo seguía teniendo, pero ya está bien ya no lo tiene.

–Tampoco, estaba en mi equipo y se portó bien –a veces también servía como excusa para molestar a Levi, pero tenía que ir con cuidado para que él no saliera perjudicado.

Suspiró aliviado. Sé que en el fondo no quería tener problemas con él y mucho menos que le llamaran la atención otra vez por golpear a un cadete de primer año... Sí, Erwin le sermoneó un poco antes de la expedición.

Estuvimos hablando un poco más sobre lo que habíamos estado entrenando y después partimos hacia el comedor.

Allí, comimos con tranquilidad. Hanji se nos acercó con su locura de siempre, cosa que me alivió, estaba muy seria para ser ella...

–¡Tengo un buen presentimiento, descubriremos cosas increíbles sobre los titanes! –exclamó la castaña con alegría.

–Me alegro de que estés mejor, Hanji –sonreí.

–Pero no daba dolor de cabeza... –se quejó el azabache. Le di un codazo, lo que hizo que se riera suavemente.

–Oh vamos, enano, sabes que me echabas de menos –rodeó sus hombros con el brazo derecho.

Sin embargo, no se apartó como esperábamos, se dejó abrazar. Cosa que nos hizo mirarlo de una manera extraña. Frunció el ceño y ella y yo nos pusimos a gritar como idiotas.

La semana se pasó muy rápido, los lazos entre nosotros cuatro fueron haciéndose cada vez más fuertes (el cuarto es Erwin XD).

Pero pronto llegó el día que todos estábamos esperando, la misión.

Aquella mañana me levanté sin ganas. Estaría separada de Levi durante mucho tiempo...

Le miré mientras dormía. Me pidió que le despertara, así que eso hice.

Le besé con suavidad. Tenía el sueño muy flojo, así que enseguida que me sintió, me cogió de la mejilla, profundizando el beso.

Abrió los ojos cuando acabamos el beso, encontrándome con una sonrisa triste.

–Por favor, no me mires así, me harás llorar –dijo acariciando mi mejilla con el pulgar.

–No creo que vayas a llorar tú... –apoyé mi frente en la suya.

Bajó las manos por mi cuerpo, abrazándome por la cintura.

–Aunque no lo muestre, también estoy muy triste. No quiero que te vayas y menos no poder estar contigo para protegerte... –susurró contra mis labios.

Aquel día había empezado mal por la tristeza de haber abandonado al amor de mi vida, pero, por alguna razón, sentía que eso no era todo.

Bajo tu cuidado [LevixReader]Where stories live. Discover now