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¿Cuánto tardaría Taehyung en aparecer?

Un Jimin de ocho años miraba la ventana de su habitación con ansiedad. Los demás niños betas estaban durmiendo en sus literas, tranquilamente, pero él esperaba pacientemente a que apareciera Taehyung por la ventana.

Ya estaba molesto. ¿Por qué tenía que tardar tanto?

Ese día había sido especialmente malo. Sin querer, había botado la bandeja de la comida durante el almuerzo y las Superioras lo castigaron, por lo que tuvo que pasarse todo el día fregando las extensas escaleras del Internado. Le dolían las rodillas y tenía las manos rojas de tanto utilizar limpiadores potentes para quitarles las enormes manchas de tierra a cada escalón. Había sido una tarea titánica y cansadora, pero era eso o pasar un día en los castigos. Reprimió un escalofrío. Jimin prefería mil veces limpiar, a tener que pasar todo un día encerrado en una habitación tan pequeña.

—Buuu~—Escuchó susurrar a alguien tras de él y al voltearse, vio aparecer una cabeza castaña, seguido de un cuerpo muy delgado.

Taehyung al fin.

—¡Hyung!—exclamó el pequeño Jimin en cuanto lo reconoció, lanzándose sobre los brazos del adolescente.

Siempre lo extrañaba, siempre esperaba la noche para que el mayor se dejara ver en el Internado, mientras todos los demás dormían.

—Shhhh—lo silenció el mayor—. Haz silencio o vas a despertar a los demás niños, Chimchim. —Tae pasó las piernas por el alféizar, cayendo con un golpe sordo en la habitación. Jimin hizo espacio, sonriendo, sin notar que el mayor lo escaneaba con los ojos. Unos segundos después, Tae lanzó una mirada desaprobadora a Jimin—. Déjame ver tus manos—le ordenó.

El niño rápidamente las escondió tras de sí, negando con la cabeza obstinadamente.

—Nop.

—Jimin—siseó Taehyung acercándose levemente a él y entornando los ojos, severo—, déjame ver tus manos. Te lo ordeno.

—Tú no eres un alfa—desafió el pequeño Jimin, arrugando la nariz altivamente. Nadie tenía por qué ordenarle cosas, él no tenía por qué cumplir—. Los maestros dicen que solo a ellos debemos obedecerlos.

Taehyung se lo quedó mirando de hito en hito, sorprendido. Y luego, soltando un ligero suspiro, se dejó caer en el suelo, ante la altiva mirada del menor.

—No tenemos por qué obedecerles, Jimin—soltó.

No obstante, Jimin resopló, incrédulo.

—Tenemos que hacerlo, porque los betas nacimos...

—... para servir. Lo sé, lo sé. No es necesario que me lo recuerdes. Ya me llenaron bastante la cabeza con esas cosas cuando era un niño, Jiminie. Y es una gran mierda. —De pronto, sintió un pellizco en el brazo—. ¡Auch!

Era el niño, que le miraba con el ceño fruncido y con los brazos cruzados, mientras esbozaba aquella mueca obstinada y caprichosa que a Taehyung le parecía muy graciosa.

—Hyung no debe decir malas palabras—le dijo el niño—. Los maestros dicen que un buen bet-...

—Sí, sí—le cortó Tae, enfurruñándose—. Los maestros dicen muchas cosas. Y yo, que soy tu amigo, digo que eso es pura mierda. No me mires así, es la verdad. Ah, y no vuelvas a golpearme. Tengo dieciséis años y tú solo tienes ocho. Me debes respeto, porque soy mayor que tú. —Le dijo, desordenándole el cabello mientras Jiminie gruñía suavemente—. Además, te traje una sorpresa.

The scent of your skin || Omegaverse || Taejin-YoonminWhere stories live. Discover now