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Jimin caminó raudo en dirección a su abuelo. La lluvia había amainado durante esa mañana y se asomaba un bello sol entre las nubes. El alfa anciano estaba limpiando las malezas del huerto que tenían en las afueras de su hogar, ese huerto que les ayudaba a alimentarse durante todo el año. De hecho, las calabazas de este año serían enormes, pero el rubio apenas si lo notó. En cambio, se plantó frente al señor Min y puso ambas manos sobre sus caderas.

—Tengo pésimas noticias.

El abuelo levantó la vista, secándose una pequeña gotita de sudor de la frente.

—Qué esperanzador—murmuró entre dientes.

Jimin hizo caso omiso a lo que había dicho el anciano. En cambio, miró su vestimenta. Llevaba el pantalón enrollado hasta las rodillas, las manos llenas de tierra y tenía un montoncito de malezas reunido a un lado de la cerca. El beta frunció el ceño más profundamente.

—¿Qué haces aquí afuera, abuelo? —preguntó, un poco resignado—. La última vez que sacaste las malezas te quejaste durante una semana del dolor de espalda.

El alfa hizo un gesto, restándole importancia al asunto.

—No es así—dijo sacando pecho y mirando hacia un lado de la misma forma en que lo haría un aristócrata, colocando su codo firmemente sobre la pala que tenía en las manos—. Soy un hombre vigoroso todavía, que no te engañen mis arrugas.

El beta sonrió, divertido a pesar de todo.

—Bueno, hombre vigoroso—se burló, no sin cariño en la voz—, no te quejes cuando tenga que ponerte ungüento de eucalipto en la espalda por el dolor.

—Para eso estás, mocoso—replicó el anciano—, para ayudar a tu abuelo en la salud y en la enfermedad. —Le desordenó el cabello, a lo que Jimin cerró los ojos graciosamente. —¿Qué es lo que querías decirme, ah?

Jimin rápidamente volvió a ponerse recto y esbozar una expresión firme.

—Cierto. —Y tomó aire para soltar dramáticamente: — ¡El idiota quiere llevarme al pueblo, abuelo! ¿Qué es lo que vamos a hacer?

El señor Min, por su parte, apenas reprimió una sonrisa. Jimin tenía unas salidas que a veces le dejaban riendo por días. Además, era extraño, pero sus expresiones y gestos muchas veces le recordaban a Sookie.

Solo para molestar, le miró con semblante serio.

—¿No crees que es ofensivo que trates a mi sobrino como el idiota?

Jimin resopló.

—A la gente hay que tratarla por lo que es, ¿no es lo que siempre me dices?

—Ahí tienes un punto—concedió el abuelo, sabiendo que su nieto tenía razón. Divisó otra maleza, así que se agachó otra vez para sacar una pequeña ramita que se asomaba entre la tierra.

—Exacto—contestó Jimin, todavía con aquella postura graciosa, ambas manos sobre sus caderas—. ¡Pero no me cambies el tema! Es en serio. El idiota quiere llevarme al pueblo. ¡Tú sabes que no puedo ir!

—Irás con él.

Jimin abrió los ojos como platos.

—¿Cómo? —preguntó entre sorprendido e indignado—. ¡Es peligroso! No puedo creer que estés diciendo eso.

Por su parte, Jimin realmente no podía creerlo. ¿Realmente su abuelo estaba ofreciendo algo como eso? El anciano volvió a enderezarse con algo de dificultad, así que el beta le tomó el brazo para ayudarle. Acomodó su sombrero tejido sobre su cabeza y miró al rubio.

The scent of your skin || Omegaverse || Taejin-YoonminWhere stories live. Discover now