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—¿Cómo dijo que era su nombre? —preguntaba Taehyung al mismo tiempo que devoraba una presa de pollo, ensuciando sus dedos con el aceite que desprendía. Los lamió todos, sintiendo que aquel era la mejor comida que había probado en su vida.

Se encontraba sentado en la mesa de la cocina del Ermitaño, después de haber andado en la carreta durante algo así como una hora y algo más. El hombre no le había hablado mucho, pero, apenas habían llegado, había puesto manos a la obra y cuarenta y cinco minutos después, Taehyung se encontró en la mesa comiendo un exquisito estofado de pollo.

—Come, come. Que no te entiendo nada—le decía el Ermitaño, arrugando la nariz, mientras observaba al niño.

Taehyung tragó entonces, limpiando su boca con el dorso de su mano. El mayor esbozó una mueca de asco.

—Que cómo se llama usted—volvió a preguntar el beta.

—Tú de modales te quedas corto—se quejó el hombre, rodando los ojos. Definitivamente, nadie lo mandaba a rescatar betas de la calle. Era un problema estúpido que se había buscado solo. Taehyung, por su parte, ladeó la cabeza sin entender, por lo que el mayor solo suspiró: —Min. Min Hyunkwan. Ya te lo había dicho.

—Ah, ¡cierto! El señor Min, claro, claro—dijo, antes de engullir un hueso de pollo casi por completo.

El adolescente estaba más hambriento de lo que parecía. El señor Min lo observó fijamente. Era flacucho, tenía los ojos verdes y un pelo sucio que, a pesar de ser un beta, olía a kilómetros. Sus ropas estaban raídas y sucias, y portaba un bolso largo que no había querido quitarse ni siquiera para comer. Tuvo que reprimir un gruñido de disgusto proveniente desde lo más profundo de su ser. Odiaba ver a betas así de descuidados. 

—Parece que no has comido en días—comentó el viejo, al verlo tomando el plato y devorando la sopa a grandes sorbos. Apoyó un codo en la mesa, mirando al niño al adolescente con un disgusto que nada tenía que ver con verla comiendo así.

El beta abrió los ojos ampliamente ante sus palabras y se le quedó viendo unos instantes, hasta que bajó la mirada, notoriamente avergonzado.

—Como lo suficiente—susurró bajito, dejando el plato en la mesa.

Sí, claro, pensó el anciano con sorna. 

—Se nota—bufó, dejando entrever una sonrisa burlona—. Quiero decir, todavía no te mueres de inanición. —El señor Min soltó una risa estruendosa con su propia broma de mal gusto.

Taehyung, en cambio, ladeó la cabeza.

—¿E-era un chiste, señor Min? —preguntó, pestañeando. Y luego, frunció el ceño, confundido— ¿Qué es inanición?

El Alfa rodó los ojos por enésima vez esa noche. No. Él no tenía por qué estar rescatando betas en las calles. Lo mejor para él era quedarse solo en su casa, en su auto-reclusión, alejado de todas las mierdas de los alfas, los omegas y los betas. Alejado de las miserias que vivían todas las personas en un mundo tan decrépito como el que habitaban.

Gruñó un poco, enfadado consigo mismo por haber cedido ante la culpa interna que le provocó la visión de un beta con hambre. Eso pasaba todos los días. Toda la gente sufría hambre, no solo los betas. Pero ellos se lo traían un poco más difícil.

—No importa—medio gruñó, tapando su nariz con dos dedos y haciendo sacudiendo una de sus manos frente a Tae—. Come y luego puedes darte un baño. No es por ser descortés, pero apestas muchísimo. Soy un alfa, te huelo demasiado.

The scent of your skin || Omegaverse || Taejin-YoonminWhere stories live. Discover now