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El pequeño beta y el señor Min estaban sentados a la mesa. El mayor observaba a Jimin con el ceño ligeramente fruncido y una expresión de desconcierto, como si no tuviera idea de qué hacer con el niño.

En realidad, así lo era. Él no sabía nada de niños y ya se estaba empezando a arrepentir un poco de haber aceptado tener que cuidar un crío. ¿Qué tal si se lo iba a devolver? No, no podía. Un omega en celo no era cosa fácil. Ya había aprendido eso con Sookie.

El niño estaba sentado frente a él, sin decir palabra alguna. Estaba tenso y evitaba la mirada del mayor, como si no supiera qué estaba haciendo ahí.

Probablemente así lo era.

—Así que te llamas Jimin—dijo como para romper el hielo de la incómoda situación.

El niño dio un pequeño saltito cuando escuchó la voz del alfa. Válgame la luna, pensó el mayor.

—Síp—contestó el niño, escueto.

El alfa tuvo que reprimir un suspiro.

—Pues yo soy Hyunkwan—habló en cambio—, pero tu amigote ese, el beta alto, me dice señor Min.

El niño se mantenía rígido, con las manos escondidas entre las piernas.

—De acuerdo... señor Min—dijo tímidamente.

—Sí, sí.

Se sumieron nuevamente en un silencio incómodo, que aparentemente ninguno de los dos sabía cómo llenar.

El hombre se dedicó a observar el niño. Tenía cabellos rubios, lo que era extraño en cualquier beta. La raza tendía a tener el cabello castaño oscuro y ojos del mismo tono oscuro. La piel acanelada y cuerpos más bien enjutos, pero el señor Min pensaba que tal vez eso era porque las criaturas pasaban bastante hambre.

No era muy justo ser un beta en un mundo como ese.

Jimin también se veía demasiado flaco y era apenas un niño. ¿Con qué alimentaban a los niños en ese lugar?

—¿Tienes hambre? —preguntó uno segundos después.

—Nop.

La pancita de Jimin eligió ese mismo momento para gruñir. El señor Min no pudo evitar sonreír. Igual que Taehyung, el niño se estaba resistiendo a decir que tenía hambre.

Hyungkwan se puso de pie y fue directo hasta la despensa de la cocina, de ahí sacó una bolsa de tela llena de ciruelas secas que había comprado en la plaza, hace una semana atrás. Lanzó la bolsita al niño y este le devolvió una mirada llena de desconcierto.

—Come—le ordenó el alfa, lo más suavemente que pudo. Su lobo, siempre tranquilo, había alzado su rostro hace un rato. Él quería que protegiera al menor—. Haré la comida, pero demoraré un rato, así que engaña el diente con esas ciruelas secas. Te gustarán.

Jimin se quedó en silencio y asintió, logrando que las hebras de su cabello rubio se movieran hacia todas partes. El señor Min lo esperó hasta que el niño abriera la bolsa para asegurarse de que el niño comiera. Cuando sacó uno de los frutos y se lo metió a la boca, se quedó más tranquilo.

El niño hizo una mueca aprobación al morder una ciruela. 

—Son dulces. Sabía que te iban a gustar, niño. Ten cuidado con las semillas.

El rubio no logró reprimir la sonrisita que subió por sus labios y el alfa se dio la vuelta rápidamente hacia la estufa, porque a él le estaba pasando exactamente lo mismo.

The scent of your skin || Omegaverse || Taejin-YoonminWhere stories live. Discover now