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Seúl, Corea del Sur

Kim Namjoon hacía su maleta distraídamente, mientras pensaba en el primer destino por al que tendría que pasar en su visita a las distintas ciudades de Corea. Realmente no estaba contento, no quería tener que alejarse de Hoseok y dejarlo en manos de un montón de betas deseosos de hacerlo desaparecer. El omega no sería capaz de defenderse y le hacía enojar demasiado, porque ya tenía suficiente con ser un Jung.

Namjoon sabía que su papel por los pueblos pequeños era importante. Ser el hijo de los Kim en esos días realmente significaba algo. En poco tiempo más –y Namjoon se había enterado por su padre, lo que era un secreto para todos, incluso para los Betas a quienes ayudaba-, la ley por la abolición de la esclavitud de los betas pasaría por la Primera Cámara del Congreso para ser aprobada. Si ganaba los suficientes votos ahí, en algún tiempo aquella ley podría pasar a la cámara de Senadores y, entonces, la lucha cada vez tendría más posibilidades de terminar. Si los Senadores, por algún milagro de la Luna, votaban que sí a la abolición, entonces todos aquellos betas que había conocido podrían por fin llamarse personas libres.

Incluso la acepción de personas por sobre esclavos iba a ser un cambio tremendo, porque hasta ese momento, por mucho que Namjoon los considerara iguales, la ley no suponía así. Así que sabía que mientras más gente estuviera a favor de la abolición, más presión generarían en el Congreso. Y tenían que ceder. Los conservadores eran minoría en la Primera Cámara, así que... tenían que ceder.

Por esa razón, el alfa de los Kim estaba obligado a ir a todos los pueblos que pudiera. Convencer a cuántos alfas encontrara de que era necesaria la liberación de los betas. No pensaba que aquella tarea fuera tan difícil. La mayoría de las familias en Corea no tenía el dinero suficiente para solventar la compra de betas. De hecho, la mayoría de estas eran familias acomodadas y, obviamente, no las personas a las que querían llegar. Al menos, no necesariamente.

Estaba pensando en eso cuando escuchó un golpe suave en la puerta.

—¿Quién es? —preguntó, pero lo único que escuchó fueron nuevos golpes.

Se acercó a la puerta curioso por ver quién estaba al otro lado. Podría ser cualquier persona. Estaba en una de las madrigueras, la de la zona Sur, donde los betas le habían ofrecido una habitación y alojo. A veces no era tan seguro volver a la casa de sus padres. Mucho menos si uno de ellos era el Senador Kim, que era un blanco obvio.

Se sorprendió cuando fuera de la puerta vio a Taehyung. Sobre todo, porque justamente necesitaba hablar con él.

El muchacho se quitó la gorra que traía puesta y se encogió en su lugar.

—Hola, señor Kim—le saludó con evidente nerviosismo.

Namjoon esbozó una sonrisa tranquilizadora. A veces sucedía con algunos betas que se ponían nerviosos alrededor de él. Sobre todo aquellos que habían sido salvados de manadas agresivas, donde los alfas generalmente los trataban como la peor escoria sobre el planeta. Eso le hizo darse cuenta de que no sabía de dónde provenía aquel beta.

—Taehyung—respondió él—. Pasa, estaba arreglando mi equipaje para viajar. Ponte cómodo, ahí hay una silla. —Apuntó a la izquierda, a una vieja silla que no se veía tan cómoda pero que era lo mejor que podía ofrecer.

El beta entró nervioso, mirando hacia todas partes en la habitación, como si quisiera lanzarse a hablar pero no pudiera hacerlo. Namjoon le vio observar la silla y luego suspirar, yendo a tomar el asiente ofrecido por el alfa.

The scent of your skin || Omegaverse || Taejin-YoonminWhere stories live. Discover now