Capítulo 9 | Vida saludable

503 37 1
                                    

«Insufrible amor, ¿cómo me pude enamorar? No te soporto, es la verdad. Porque molestas y te pegas como la goma de mascar en mi zapato al caminar. Somos un caso no ideal, pero te quiero»

Tatiana.

Un puñetazo por la infidelidad que sufrí.

Una patada por el rostro de seriedad de Fabián al terminarme.

Otra por la forma en que me humilló la última vez que fui a su casa.

Y múltiples golpes por cada grito que oí salir de su boca diciéndome cosas hirientes durante nuestro noviazgo.

La bolsa recibe mi furia, hasta que los golpes se vuelven torpes y alguien detrás de mí, me detiene.

—Tati, cálmate. Ya es suficiente —Mike toma mis hombros y me aparta a la fuerza del objeto.

Me derrumbo. Pareceré bipolar, pero la ira se convierte en inmensurables ganas de llorar. Mi pecho sube y baja debido al ejercicio mal hecho, mientras secó mi frente con el reverso de mi palma.

Mike me recomendó un gimnasio en donde podría practicar boxeo. Aquí no hay entrenadores, sólo las maquinas necesarias para cualquier tipo de ejercicio que quieras practicar. Entonces le pedí que me acompañara.

Él vino aquí por un tiempo, hace algunos años. Apenas aprendió cómo noquear a alguien, dejó de venir. A veces me pregunto para qué quería aprender eso.

—Esto no sirve, Mike. No logra que lo olvide y mucho menos que deje de pensar en él —mi voz es histérica, al borde del llanto y amenazando con quebrarse en cualquier momento.

—Los noviazgos no se superan de un día para otro. Debes tener paciencia.

—¡No puedo! Nada funciona —el nudo se instala en mi garganta—. Sólo... —inspiro— Sólo enséñame cómo pegarle al saco.

Camina de nuevo hasta el saco de boxeo al que le debo pegar, apoya un brazo en él y sonríe con algo de burla.

—Si vas a golpear pensando en Fabián, debes hacerlo de la forma correcta —del bolsillo de sus pantalones saca una foto de mi exnovio y la pega con cinta al objeto—. Ahora, ¡dale su merecido! —se hace un lado.

—¿Cómo conseguiste esa foto? —pregunto con extrañeza, la imagen se me hace familiar.

—¡No preguntes, sólo desquítate con él! —da un grito motivacional y hago lo que me indica.

Cada puñetazo lo recibe su supuesto rostro, y aunque me siento en un punto que quiero decir "basta, ya no más", no dejo de golpear con todas mis fuerzas el saco. Los golpes ya son un poco más tranquilos y calmados, pero siguen cargados de odio.

La hora pasa y ya es tiempo de irnos del lugar. Mike se mantuvo alejado de mí, estaba haciendo ejercicios en las maquinas, para tonificar sus músculos. Estoy segura de que Natalia luego disfrutará el cuerpo bien trabajado de su novio.

Doy una pequeña y traviesa risa ante el pensamiento. Realmente no quiero saber qué es lo que ocurre entre ellos todas esas veces que se quedan solos o "duermen" juntos. Mi mente se perturbaría con tal imagen.

Tomo mi botella y bebo toda el agua, como si acabara de llegar del desierto. Estoy acalorada y el hedor a sudor que se halla en este sitio, me sofoca. Me despido de mi rubio amigo y le doy las gracias por acompañarme, luego salgo al aire libre y respiro con libertad.

Aprieto con fuerza mi coleta, me coloco mis audífonos con música a todo volumen y troto hasta mi casa. Un poco de ejercicio nunca hace mal, ¿verdad?

—Tatiana, hace frío ¿qué haces vestida así? Luego te enfermarás —me regaña mi madre al abrirme la puerta.

—Estaba en el gimnasio —la sigo hasta la cocina, donde está preparando el almuerzo. Porque sí, me desperté temprano para ir allí—. No está nada mal, creo que seguiré yendo.

—Me alegro de que puedas hacer algo y no estés todo el día acostada. Oye, ¿necesitas dinero para pagar las clases? —mezcla algo en la cacerola, lo cual me trae una imagen de una bruja preparando una pócima.

—De hecho, no son clases, Mike me ayuda, pero no está pendiente todo el tiempo de mí. Y no, no necesito dinero, es gratis —tomo una manzana y al sentarme en la encimera le doy un mordisco.

—¿Por qué ahora te interesa la vida saludable? —me señala con su mano de arriba abajo, deteniéndose en mi atuendo deportivo y la manzana que estoy comiendo.

—Es un buen estilo de vida —me encojo de hombros.

En realidad, sólo busco mantener distraída mi mente de Fabián. Además, ahora tengo mucho tiempo libre que puedo invertir en mi figura o simplemente alimentándome de forma correcta.

—Tengo una idea —salta de repente, notando que no me encuentro tan radiante como hace segundos. Acomoda su cabello negro antes de continuar—; ¿qué te parece si vamos al cine? Puedo despertar a tu padre y vamos los tres.

—¡Claro!

No recuerdo cuándo fue la última vez que salimos. De noche ellos trabajan y de día están cansados y quieren dormir. No los culpo, ha de ser difícil mantener una vida normal con las horas de sueños totalmente cambiadas a las del resto.

Ambos están enterados del rompimiento y creo que por eso intentan ponerme más atención. Sin embargo, no saben nada acerca de la infidelidad y las discusiones que teníamos. Para ellos era una relación sin problemas y por eso no comprenden que lo que me causa más dolor es que sabía que algún día todo iba a terminar.

***

—Y pensar que cuando eras pequeña tenías esa expresión cuando te llevaba a la juguetería y ahora miras todo el maquillaje como si fuera un peluche nuevo —comenta mi padre con diversión y nostalgia.

La película ya acabó (que agradezco que no hayan elegido una romántica), y como estábamos en el centro comercial, quise venir a la tienda de maquillaje. Mi labial rojo se terminó y mi papá se ofreció a comprarme uno.

—¿Cuál te gusta más? —le muestro dos de los que elegí, pues no me puedo decidir.

—Son exactamente iguales —hace una mueca de confusión y se acerca para verlos con más detalle.

¡Ugh! Hombres.

—No, pa. Mira —señalo a uno—, este es borgoña y el otro es rojo escarla... —mi vista va hasta la entrada de la tienda, donde una niña rubia llega acompañada de su mejor amigo como si fuera un perrito que la sigue— ta —termino la palabra sin notarlo.

Amberly va directo al sector de las sombras, mientras Fabián sólo revisa su celular y de vez en cuando levanta la cabeza para darle su aprobación.

—Mmm... Entonces llévate los dos —vuelvo a enfocar a mi papá, que hace un esfuerzo inhumano para notar la diferencia.

Escucho la risa de mi exnovio e inevitablemente veo en esa dirección, se divierte bastante con Amber. Confirmo que a él no le duele en absoluto nuestra ruptura y ya no me quedan esperanzas para que lo nuestro continúe.

Repentinamente, me siento mal.

—Vámonos —le informo a mi acompañante, quien frunce el ceño por mi murmullo. Dejo los labiales en el primer estante que veo y tomo su brazo. Su mirada me pide una explicación—. No quiero estar aquí.

Él voltea y lo ve, luego da un leve asentimiento, comprendiéndome por completo. Coloca una mano en mi espalda y me ayuda a caminar hasta la salida.

Le doy un último vistazo y pienso: ¿toda la vida voy a tener que evitarlo?

¿Por qué no lo puedo enfrentar? ¿Por qué cuando estoy a su alrededor me siento intimidada y débil?

Si es un idiota con todas las letras, ¿por qué sigo llorando sin consuelo con sólo verlo?

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now