Capítulo 33 | No sabes absolutamente nada

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«Y no voy a decir que lo he superado, porque pienso en ello todas las noches que no estoy sobrio. Y sé que me guardo estos sentimientos para mí, como si no necesitase a nadie más. Pero tú no eres la única en mi mente, si te soy honesto. Tú dijiste que debo ser honesto, así que estoy siendo honesto» 

Mi cabeza estaba a punto de explotar, la podía sentir palpitar con sólo tocarla. No podía ser posible que me replanteara la situación.

Todo lo que hacía era pensar en ambos lados. Cabía la posibilidad de que Fabián jamás recupere su memoria, obligándonos a comenzar de nuevo, sin complicaciones. Sin embargo, por el otro lado estaba Daniel, de quien no he sabido nada en los últimos días. Él la está pasando realmente mal, su intento de suicidio no debe tomarse a la ligera. No sé cuánto tiempo tengo para detenerlo si es que vuelve a intentarlo.

¿Qué podía hacer? Ambos me habían lastimado emocionalmente, quizás uno más que el otro, pero, al fin y al cabo, los dos me sacaron lágrimas sin mi permiso. Me estaba preocupando por chicos que me habían hecho daño y habían roto mi corazón en mil pedazos. ¿Ingenuidad? No, yo lo llamaría empatía.

Claro que aquella idea se derrumbó por completo al ver tal atrocidad que mis ojos presenciaron.

Hoy Daniel salía unos minutos más tarde de la escuela, por lo que él pasaría frente al salón. Mi precipitado e iluso pensamiento creyó que él se tomaría unos segundos para mirar por las ventanas hacia donde yo me encontraba. Él no podía actuar como si no se supiera el horario a la perfección.

No le tomé importancia al comportamiento hiperactivo de Amanda hasta ese momento. Fue con la profesora en el momento exacto que los chicos del turno mañana pasaban y le pidió permiso para "ir al baño". ¡Ugh! ¿De verdad la profesora podía ser tan necia para tragarse la obvia mentira?

Salió del salón con su nuevo corte de cabello y me dirigió una mirada impertinente a través del cristal, sabiendo que estaría atenta a cada movimiento. Interceptó a Daniel en medio camino y lo saludó con un beso en la mejilla como si fueran amigos de toda la vida. Se quedó allí parada charlando animosamente con él. Mientras ella tenía el descaro de mirarme cada dos segundos, él no se atrevía a cambiar la dirección de sus pupilas hacia mi lugar.

¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Desde cuándo son tan amigos que hablan entre sonoras risas?

Siento la impotencia de no poder salir del salón, pues las reglas no permiten a más de un estudiante fuera, y tampoco puedo armar un escándalo en medio pasillo porque Daniel y yo no somos absolutamente nada. Amanda sabía todo eso, por eso se aprovechó de la situación.

Mi bolígrafo sigue copiando lo que está en el pizarrón, pero mi letra es desastrosa y el trazo se vuelve grueso por la presión que mi mano aplica. Debo disimular mi enojo, no dejaré que ella crea que me afecta, aunque me hierva la sangre de cada vena en mi cuerpo. Muerdo mi labio inferior para canalizar mi furia y rabia en algo que oculte mi mueca de decepción.

—¿Ya viste? —le susurro a Julie con el fin de que comparta mi odio.

—¿Volvieron a hablarse? —me observa con cautela, analizando mi comportamiento— No te preocupes, no conseguirá nada de él... —sus palabras se deshacen en el aire.

Amanda toma el rostro de Daniel y le planta un beso en los labios digno de una persona desesperada. Repito: ¿Qué está ocurriendo aquí?

Se oye que nuestra fila (la cual sólo están mis amigos) contiene la respiración, notándose sorprendidos. En cambio, el resto de mis compañeros lanzan alaridos que alientan a los adolescentes a besarse con mayor intensidad.

Mierda. Quiero golpear a alguien. Necesito descargarme y no tengo a nadie a quien besar, así que mi ser pide calma con unos cuantos puñetazos. Aunque no me falten las ganas de pegarle a Amanda, no lo haré, tuve suficientes peleas este año. Volveré a las clases de boxeo.

Hasta un BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora