Capítulo 39 | Dos meses radicales

303 34 1
                                    

Me olvidé de elegir una canción para este capítulo :( Sooo... Si mientras lo leen se acuerdan de una comentenla please. Se agradece.

Ah, y si ven una mención por allí de alguien y no entienden ni mergas es porque necesitan ponerse al día con Sumergida en el arte. Joh es un amor ❤️

No olviden comentar la canción al terminar (o a la mitad, da igual). Los observo -_-

Tatiana.

Dos meses pasaron a través de mí como una ráfaga de aire. No vi a Daniel desde el funeral de su hermana, se mantuvo ocupado en la disquera grabando sus nuevas canciones y con exámenes que cerrarían su calificación y le dirían si pasaría de año. Finalmente, la escuela obtuvo una parte de su atención.

En este tiempo descubrí que adoro ver películas románticas. Cuando estaba con Fabián o incluso con otros chicos, accedía a ver las de terror (si no había un payaso en ellas) y no pude descubrir lo emocionantes que son las de amor. También que amo maquillarme los ojos con una sombra café muy sutil que no escandaliza el rojo de mis labios. En otras palabras, la soledad sacó a la luz partes de mi personalidad que no conocía.

Mis padres han compartido muchas comidas conmigo, quizás ahora que estoy sin una pareja piensan que tengo más tiempo para ellos o simplemente quieren enmendar los errores del pasado de no prestarme la suficiente atención.

—Hija, ¿qué quieres almorzar? —cuestiona mi madre sacando unas ollas del horno.

—Hoy no almorzaré, iré a ver a Daniel. Dile a papá que no me espere para el maratón de películas —sí, mi padre fue quien me mostró las películas románticas. Mientras él lloriqueaba cuando una escena triste sucedía, mamá reía y le alcanzaba los pañuelos. Según ella, solían hacer un maratón cada mes. Estos dos meses me uní a ellos.

—De acuerdo. Por cierto, Natalia vino mientras dormías, dijo que cuando tengas tiempo pases por su casa, tiene algo que decirte.

Asiento, seguro iré luego de ver a Dani. Salgo de mi casa y emprendo mi viaje hacia el centro comercial.

No fueron cinco años, pero yo sentía nuestro encuentro como si por siglos nos hubieran alejado. 60 días es tanto para unas cosas y tan poco para otras. Mi corazón aumentaba sus latidos con cada paso que me llevaba a mi destino. Mis manos sudaban e incluso las sentí temblar. Demonios, estaba más nerviosa de lo que creía que estaría.

Me senté en el borde de una pequeña fuente frente al centro comercial. A mi alrededor niños corrían y gritaban sin cesar, el césped se notaba más verde, la primavera hacía de las suyas con unas cuantas flores con colores vibrantes. A mi lado se encontraba una mujer amamantando a su hijo, al otro un chico con un cabello que, a la luz del sol, se percibía fucsia, observando una pintura que cubría parte de su rostro, y al frente una pareja de adolescentes caminaban con las manos entrelazadas para entrar al edificio.

Esperé, esperé y esperé. No había ningún indicio que me asegurara que Daniel vendría. Suspiré con pesadez y volví a ver el panorama.

No podía ser posible, ¿me dejó plantada? ¿Acaso dos meses separados le sirvieron para percatarse de que no me necesitaba?

Susurro una maldición al ver que la hora avanza con total lentitud. Hasta que una imperceptible risa capta mi atención, al girar mi rostro se transforma en sonoras carcajadas. Mi semblante de escepticismo ante el cambio de look de Daniel parece ser hilarante para su persona. ¡Por Dios, ¿cabello fucsia?! ¿Cuándo ocurrió eso?

—Hola, heroína —sonríe y se adelanta a saludarme con un beso en la mejilla. Mi estado atónito lo obliga a tomar mi mano y levantarme del asiento improvisado.

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now