Capítulo 20 | Semana de la dulzura

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«Me hubiera gustado que me lastimaras más de lo que yo te lastimé. Desearía que no me esperes, pero siempre lo haces. Estuve esperando que alguien te ame de la forma que yo no pude, alguien que se preocupe de todo el desastre que hice, alguien que no tengas que cambiar. Estuve esperando. Alguien te amará, déjame ir» 

¿En sus países también se celebra la semana de la dulzura?

Daniel.

¿Si me importaba entrometerme en una relación? Claro que no. Para ser honesto, tenía problemas que pesaban mucho más que una absurda e intranscendente infidelidad.

Yo no era quien estaba en la relación, ni quien decidió interferir. La decisión fue de Tatiana y agradecía que la haya tomado. Poco hubiera podido aguantar sin uno de aquellos gloriosos y magníficos besos.

En ese ajetreado día me propuse no pensar en ello, ni tampoco en la chica que sin intenciones había provocado que me rasguñara el brazo hasta que sangrara. Una cicatriz que pasaría desapercibida adornaba mi antebrazo.

Unos minutos antes de ingresar a la escuela, di una vuelta para comprar en la tienda algunas cosas que necesitaría en la semana.

La semana de la dulzura se trataba de siete días en los que cualquier persona con la valentía suficiente le regalaba un dulce a otra, esta debía darle a cambio un beso. Constantemente lo promocionan con el eslogan "un dulce por un beso". Una estrategia de mercadeo para algunos y la oportunidad perfecta para besar a "aquella personita especial" para otros.

La verdad es que nunca se especifica si se trata de un beso en la mejilla o en los labios, pero sé que las chicas más intrépidas y atrevidas del colegio no se negarían a uno por un gustoso chocolate. Así que, así fue, compré alrededor de once bombones para luego regalar a lo largo de la semana. La mujer que atendía me sonrió mientras sacaba mi billetera para pagarlos.

—Es ostensible que estás enamorado —dijo al recibir el dinero—; tu novia debe ser muy afortunada si es que recibe esta asombrosa cantidad de chocolates.

Pobre e ilusa señora, creyó que todos eran para la misma chica. Y ni hablar de que pensó que tenía novia.

—Lo que uno es capaz de hacer por amor, ¿verdad? —comenté alzando las cejas y siguiéndole la corriente. Ella no sabría que en realidad estaba anunciando el título de una de mis próximas canciones.

—Cierto —concordó al entregarme el cambio—. Es admirable el amor que los jóvenes poseen.

La vehemencia que yo tenía en el pasado se había ido deshaciendo a lo largo del tiempo. En la actualidad pensaba dos veces antes de hacer un gesto bonito, pues no creía que alguien quisiera recibir aquel cariño que mi corazón pedía a gritos liberar.

Quería poder tener a alguien con quien aligerar esa carga de buenos sentimientos que se ocultaban en lo profundo de mi ser. Pero ahí radicaba el problema, creía que sólo una chica en particular era merecedora de ello y, lamentablemente, ella no estaba interesada.

Recordando lo que yo me había propuesto ese día, caminé por los pasillos que se notaban oscuros gracias a la poca luz que se adentraba en las ventanas. Era demasiado temprano y el sol se escondía detrás de nubes grisáceas.

Mientras caminaba por el pasillo analicé a las posibles candidatas que podrían recibir un dulce. Descartaba a las que tenían novio o un exagerado aspecto a mojigatas. Seleccioné a algunas con sumo cuidado, pues sólo tendría diez oportunidades y si elegía de forma errónea, sabía que todo sería un fracaso y habría gastado mi dinero en una estupidez.

¿Acaso podrían culparme por mi osadía? Necesitaba inspiración para la última canción feliz que debía escribir, sin duda tenía que ser la mejor del disco. Esa fue la meta que me propuse, ¿y qué mejor que distintos besos en conjunto para crearla? De eso podría salir un desastre sin sentido o lo mejor que haya escrito. No perdía nada en internarlo y ver los resultados.

Hasta un BesoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant