Capítulo 43 | ¿Superación o simple temor?

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«Cariño, dime cuando estés listo, estoy esperando. En cualquier momento que estés listo, estoy esperando. Incluso dentro de diez años, si no has encontrado a nadie, lo prometo, estaré cerca. Y si tengo que hacerlo, esperaré por siempre. Di la palabra y cambiaré mis planes»

—Tengo que decirte algo —pronuncia Daniel en un tono quedo.

No diré qué ocurrió ayer en la noche porque ni siquiera yo lo sé con exactitud. La confusión se acentuó en mi cuerpo al despertar, recuerdos borrosos me daban señales, pero no me atreví a preguntar.

—Hora de almorzar —interviene su padre para guiarnos al salón donde varias familias se reúnen para comer.

Dani no estaba en la cama cuando desperté por los ladridos de Henry. Tuve que levantarlo en mis brazos, acariciarlo hasta que se tranquilice y luego irme a mi habitación para que nadie notara que pasé la noche allí.

Rush aparece al frente nuestro y se sienta al lado de su esposo, en la mesa redonda que está adornada por un mantel blanco y unas rosas en el centro. Esperamos que los platillos lleguen y cuando una moza los posa con sumo cuidado sobre la tela, noto el cambio de expresión en el rostro de Braulio, quien observa con nostalgia o consternación la comida que yace sobre el plato.

—El sushi era el plato preferido de Luci —le susurra al viento sin despegar la mirada del pescado crudo.

Diug...

—Braulio, por favor —murmura esta vez Rush, tratando de apaciguar la tristeza que embarga el ambiente repentinamente.

—¿Qué? ¿No tengo derecho de recordar a mi hija muerta? —cuestiona en un tono duro que logra lastimar a mi exprofesora de geografía.

Oh, oh. Esto no va por buen camino. Dejo de mirarlos y simulo no escuchar mientras pruebo el asqueroso platillo.

—Sólo... Sólo come y cállate —exhala con fuerza, como si fuera una batalla perdida en la que luchar los dejaría acabados a ambos.

—No. ¿Me estás quitando el derecho de pensar en Lucía por el hecho de que está muerta?

—Papás... —él se ve frágil, como si estuviera a punto de llorar. Me dirige una rápida mirada de incomodidad para que recuerden que estoy presente, no desea que vea esta escena— ¿Podrían, por favor...?

Ninguno se percata de la petición de Daniel, están demasiado absortos en su discusión como para hacerlo. Sus ojos recaen en la mesa, rindiéndose a no ser escuchado. Para ser sincera, oigo la pelea de una forma lejana, como si estuviera en modo mute. Mi mano se escurre por debajo del mantel y toma la suya, entrelazando nuestros dedos de tal modo que le dé fuerza.

Apenas nota el toque que intento mantener eleva sus ojos y me entrega una media sonrisa, una cargada de tristeza. Aprieta con fuerza mi mano, sin saber que con la simpleza de un poco de presión hace que mi corazón lata con la rapidez en la que corre un guepardo.

El resto del almuerzo lo sobrellevamos de esa manera, entrelazando nuestras manos y comiendo con las que teníamos libres.

Así fue hasta que noté la presencia de cierto chico rubio. No soportaba que me viera tan fijamente, ¿qué buscaba? Entonces fue cuando recordé la pelea entre Daniel y aquel muchacho. Instantáneamente observé su pómulo y la sutil cicatriz me confirmó las sospechas que no dejaban de molestar mi mente.

—¿Laurence? —le pregunté al chico con el que había bailado anoche, su afirmación bastó para que las dudas se aglomeraran en mi garganta— ¿Podemos hablar? Tengo algunas preguntas.

—Contigo lo que quieras —contestó coquetamente, una sonrisa surcó mis labios por la sorpresa—. Estaré en la piscina del hotel en unos minutos, si quieres vete a cambiar y nos vemos allí.

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now