Capítulo 35 | ¿Charla de qué?

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«Lo único que sé es que me deprimo los fines de semana, me dicen que debería hacer amigos. Sólo me quedo en casa. Últimamente he estado en lo más profundo»

Daniel.

El malhumor emana de mis poros, probablemente porque no he dormido nada en las últimas 36 horas. Al traspasar el umbral de mi casa, la sorprendente alegría de mi madre me molesta. Estoy irritable, apenas me soporto yo.

—Dani, ¿cómo la pasaste en la casa de Tatiana? —sip, esa fue la mentira que le dije por celular, antes del corte de luz.

—Bien —me limito a decir—. Iré a mi habitación.

Asiente y veo el moño que se hizo en el cabello. Repaso su vestimenta con mis ojos; la ropa más vieja que tiene en su armario. Ruego en silencio porque no sea lo que pienso mientras cierro la puerta de mi cuarto.

Me lanzo a mi cama y huelo el adictivo aroma que me produce sueño al instante. Cierro mis ojos para calmar su ardor. Pero, como lo predije, una música ochentera resuena en los parlantes de la sala, interrumpiendo por completo mi intento de dormir un poco. De fondo escucho el canto de mi madre que sigue la canción en inglés. Eso significa una cosa; está limpiando.

Tiene esa extraña manía de limpiar la casa con música a todo volumen, lo cual es sumamente molesto. Giro para un lado, para el otro, tapo mis orejas con la almohada, pero todo es en vano. La impotencia me invade, yo sólo intento soñar por algunas horas, rendirme a un mundo donde no escucho lo que mi cabeza dice. Pienso seriamente en colocarme la almohada sobre el rostro y ahogarme a mí mismo, ¿es eso posible?

Finalmente doy un suspiro que demuestra mi enfado y me encamino a la sala. Detengo la canción y me volteo hacia mi madre.

—¿Puedes bajarle el volumen? Por favor —le muestro mi rostro de cansancio.

—No seas aguafiestas, aquí estoy limpiando. Si tú limpiaras, tú elegirías el volumen —vuelve a colocar la canción y canta como si no hubiera un mañana.

Mi padre llega hasta nosotros y por la banda que sostiene su cabello detrás de su frente sé que esto empeorará. Ambos comienzan a cantar y bailar mientras barren y quitan las cosas. Me empujan o intentan que quite mi semblante aburrido. Se colocan a mi lado para aullar cada uno en mis oídos.

—I'ts my life, i'ts now or never. I ain't gonna live forever. I just wanna live while I'm alive —papá hace mímica como si sostuviera una guitarra en manos y la estuviera tocando en un solo—. ¡I'ts my life!

Má-ten-me.

Doy un grito de exasperación y salgo de mi casa lanzando improperios hacia mis padres. Está mal, lo sé, pero el sueño nubla mis sentidos y hace que todo me valga un pepino. Adivinen cuál es la única casa a la que puedo ir a dormir.

Sí, Tatiana. Últimamente ella siempre es la respuesta.

Luego de explicarle lo que hacía allí, dejó que durmiera en su habitación mientras ella se dirigía a la escuela. Le agradecí hasta su existencia por ofrecerme su cómoda, seductora e irresistible cama.

Todo iba de maravilla. Había dormido por tres horas y no sentía nada más. Sin embargo, alguien me despertó; el padre de Tatiana.

—Te desperté porque oí tus ronquidos, hombre, ronca más despacio —pronunció apenas comenzaba a parpadear—. Tú eres Daniel, ¿verdad?

—Sí —respondo en tono ronco y me siento en la cama para estar a su altura, pues él ya está sentado.

—Tati ya me habló de ti, me contó todo lo que le hiciste y cuánto la lastimaste. Yo misma la consolé cuando lloró después de la fiesta.

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now