Capítulo 19 | ¿Necesitar o querer?

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«Lo que no sabes que cuando estaba contigo, no estaba contigo y en otros brazos yo me escapaba. Lo que no sabes que cuando estabas conmigo, no estabas conmigo porque mi mente se imaginaba que tus labios fueran otros y eso en otro cuerpo me volvía loco, que en la noche te tocaba, aunque no eras tú la boca que besaba»

Tatiana.

Verlo dormido me transmite tranquilidad. Sus parpados están caídos y sus pestañas juntas, su respiración es lenta, como si realmente no tuviera ni un problema por el cual preocuparse. Es indescriptible la calidez que recibe mi pecho al observarlo en tal estado.

Me levanto de su cama y comienzo a tomar las prendas que estaban en el suelo para colocarlas en mi cuerpo. Fabián ni siquiera se inmuta con la fricción de las telas que interrumpen el pacifico silencio.

Muevo su brazo para intentar despertarlo, porque, aunque desee seguir apreciando la suerte que tengo de que duerma a mi lado, también sé que esto es necesario.

—Déjame dormir, mujer —farfulla con voz ronca y arruga su ceño por la luz que va en dirección a sus ojos.

—Ya me voy —susurro sin saber por qué; no hay nadie en su casa, no importaría si hablara en voz alta.

—Bien, adiós.

Así de seco, no se molestó en despabilar para despedirme como se supone que debería. No le tomé importancia, pues creí que se encontraba muy cansado y tendría que dejarlo dormir.

En el fondo sabía que estaba comenzando a cegarme, lo que pasaba habitualmente cuando conseguíamos estabilizar la relación. Sus tratos de indiferencia se me hacían tan naturales que llegué a pensar que eso era lo que ocurría en todas las relaciones.

¿Por qué? Porque no conocía nada más allá de lo que mis oídos pudieran escuchar o mis ojos pudieran ver.

Con pasos sigilosos me alejé de su casa y me dirigí a la de Daniel. Jamás me perdería una de las reuniones de Rush. Sin embargo, al ingresar noté que había algo extraño; Natalia salía del pasillo que guía a la habitación de Dani, y por su expresión supe que nada andaba bien.

—¿Qué ocurre? —pregunto caminando en su dirección.

—Nada —responde como si se avergonzara de algo. Su mirada evita la mía, sé que está nerviosa, pues cada vez que no quiere hacer contacto visual significa que por su mente rondan pensamientos que no puede decir en voz alta.

Pasa por mi lado y camina hasta el patio con la cabeza gacha. En busca de respuestas, toco la puerta de la habitación de mi mejor amigo, sin escuchar nada más que un silencio de ultratumba.

—Soy yo, ¿estás ahí? —vuelvo a golpear mis nudillos contra la madera, entonces puedo oír un ruido.

Él abre la puerta y al mirar sobre mi hombro toma mi brazo para adentrarme con rapidez. Vuelve a cerrar la puerta con cerrojo, dejándome desconcertada del todo.

Sus ojos se ven rojos e irritados, respira con dificultad, intentando disimular los sollozos que su garganta ruega por dar. Su cabello está revuelto y despeinado.

Pero hay algo que me sosiega hasta el punto que mi pecho aprieta; en sus manos tiene mechones de cabello que se ha arrancado y sus brazos se ven rasguñados, él mismo lo provocó con sus uñas.

—Daniel, esto no está bien —tomo sus muñecas para ver de cerca las marcas y tomar los cabellos negros que se enredan en sus dedos—. Esto es otro nivel y lo sabes. ¿Es por Natalia?

Sabía que el tema le afectaba, pero no a tal punto. Ya no puede considerarse un corazón roto y una chica que no puedes superar, esto podría convertirse en una enfermedad mental.

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now