Capítulo 10 | Eres una zorra

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«Tú no eres la gobernante de ningún país, ¿quién te hizo la reina?»

Daniel.

Nuestros encuentros siempre eran en un lugar público; en donde hubiera bastantes personas y no tuviéramos permitido acercarnos demasiado. ¿Acaso ella temía que no me pudiera controlar y le robara un beso?

No podría traerla a la laguna como tantas veces, pues esa sería aglomeración de recuerdos bonitos que se destruirían al saber que ahora no somos novios. Quiero mantener ese sitio como el lugar en donde sólo ocurren cosas buenas.

—¿Y cómo vas con tu música? —pregunta de manera gentil mientras abre un sobre de azúcar y le echa el contenido a su café.

Hemos venido a una cafetería que a la vez es heladería. Sí, las dos cosas en un mismo lugar. No es la primera vez que venimos aquí, pero sí la que ordenamos café. Puede sonar un poco insensato, pero sentía que ese cambio nos hacía ver más maduros y adultos.

—Preferiría no hablar del tema —doy un suspiro de cansancio.

—¿Por qué? ¿Qué ocurre? —revuelve su bebida con la pequeña cuchara y luego de dar dos toques al borde de la taza, la deja sobre el plato. Bebe un sorbo y relame sus labios.

—Creo tener un bloqueo de escritor.

Hace una mueca al escucharme, le da un mordisco a su muffin y traga antes de responder. Creo que ha dejado atrás su hábito de hablar con la boca llena de comida.

—Quisiera ayudarte, pero realmente no comprendo nada de lo que tenga que ver con la composición de canciones. Lo siento —me da una media sonrisa.

Observo su rostro y cómo cambió en los últimos meses. Su obsesión con la máscara de pestañas sigue allí, sus pestañas siempre tan rizadas que cuando tiene los ojos cerrados, rozan sus pómulos. Sus cejas tienen mejor forma. Su nariz tan pequeña como la recuerdo. Y sus gruesos y rosados labios siempre provocativos.

Bajo la vista hasta mi café, debo dejar de mirarla de esa forma. Sólo somos amigos y aunque yo quiera cambiar eso, ella no.

¿Y si este permanente dolor es el que no me deja escribir canciones alegres? ¿Si su amistad es la que me lleva a esos melancólicos recuerdos? ¿Debo deshacer cualquier lazo con ella?

Lo veo complicado de realizar, aunque lo intente, el resultado será que volveré a Natalia, como tantas veces, y ella me aceptara por mera lástima y culpa.

Entonces una idea nace en mi cabeza, y por más que no quiera ponerla en práctica, sé que es lo que corresponde. Esta forma es la garantía de que no nos podremos ver jamás.

Quizá me esté equivocando en grandes medidas y esto es absurdo e innecesario, pero no veo otra salida. Si no lo hago me quedaré estancado en un amor imposible que consigue lastimar cada parte de mi ser.

—¡Esto es tu culpa! —la señalo con mi índice y coloco un tono lo suficientemente alto para que se asuste, pero no para montar una escena en plena cafetería. Mi rostro carece de diversión, incluso podría decir que refleja el odio y la molestia.

—¿Qué? —frunce el ceño a la vez que aprieta los labios, denotando lo confundida que se siente— ¿De qué estás hablando?

—¡Tú causaste todo esto! ¡Eres la culpable de que no pueda escribir canciones con esperanzas al amor, porque tú las destruiste!

—Yo no... —baja la mirada, sintiéndose apenada por la acusación que estoy haciendo— No quería provocar todo eso en ti.

—¡Conviertes lo que se supone deberían ser buenos sentimientos, en oscuros y odiosos, porque sé que no puedo estar junto a ti, que ya tienes a tu lado a alguien más y no puedo hacer nada para cambiarlo! —mi vista no se despega de su persona y me sorprende que ella soporte todos estos gritos, creí que ya se habría enojado conmigo. Supongo que, de cierto modo, se lo esperaba.

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now