Capítulo 41 | Arrepentimiento

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«Sólo déjame parar de intentarlo. Sólo déjame parar de pelear. No quiero tus buenos consejos, o las razones por las que estoy bien. Tú no sabes lo que se siente. No me mires de esa manera, como si me entendieras. No trates de echarme hacia atrás»

Tatiana.

¿Conocen ese sentimiento de arrepentimiento? ¿Comprenden aquel momento en donde notas que has hablado de más, que sin querer tus palabras han herido a alguien? Tu cuerpo se inunda de culpabilidad y te sientes como la persona más insensible del universo porque has prometido no lastimar al único ser que amas con todo el corazón, y lo has hecho.

Sucedió dos veces, con dos personas distintas. La primera vez dolió, pero la segunda caló en lo más profundo de mis sentimientos, quemando todo a su alrededor. Porque se trataba de alguien especial, alguien frágil que necesitaba de mi ayuda más que nada.

Pero esperen, todavía no llegamos a ese momento.

Me sentía como una espía encubierta. Mis cabellos estaban atados en una coleta con el fin de que no se interpongan en mi visión, mi atuendo completamente oscuro pasaba desapercibido en la oscuridad del lugar. Fue entonces que escuché el fuerte disparo resonando por la bodega antigua de donde me encontraba. Di una patada para abrir la puerta y apunté con el revólver que guardaba debajo de mi chaqueta al asesino. El cadáver de la persona que tanto amaba yacía en el suelo junto con una espesa mancha de sangre que cada vez se hacía más grande. Volteé hacia el asesino y disparé en su pecho.

Estoy bromeando, eso jamás ocurrió. Aunque hubiera sido sumamente divertido.

Estaba en la escuela observando con cuidado la ventana del salón en el que mi plan se estaba llevando a cabo. Luego de oír lo que acongojaba a mi amiga, quise poner a prueba sus sospechas. Llamé a Clara y le pedí que se le insinuara a Facundo en el cambio de clases, ya saben, cuando nosotros (del turno tarde) entramos al colegio y los del turno mañana salen. Por eso me encontraba de cuclillas, sosteniendo el marco de la ventana y con ojos expectantes a sus movimientos.

Obviamente, Julieta no estaba enterada de todo esto. En otras palabras, estaba poniendo a prueba la fidelidad de Facundo en secreto.

—¿Qué haces aquí? —el inesperado susurro en mi oreja me hizo lanzar un grito que luego ahogué con mis manos. Daniel, detrás de mí, sonrió con cierta burla— ¿A quiénes espías?

—Cállate —siseo, tomo su antebrazo para colocarlo a mi lado y que lo vea él mismo—. Es un plan para...

Cierro la boca al notar que Facundo mira en dirección a la ventana, repasando si hay algún testigo para delatarlo. Me agacho debajo de la ventana, obstruyendo mi vista con la pared. Dani hace lo mismo por instinto. No quiero voltear mi cabeza hacia su rostro porque entre la cercanía y la tentación, sé cómo acabaría todo.

Subo mi cabeza hasta comprobar que Facu tiene los ojos sobre la chica de cabellos fucsias, el cual por unas tonalidades es más llamativo que el de mi mejor amigo. El de él, desde la lejanía, puede percibirse más oscuro, casi negro.

—¿Ya sabes lo de Ava? —musita Daniel tras un silencio en donde sólo percibimos los gestos de las personas en el salón.

—Sí —suspiro y actúo como si meditara lo siguiente—. Creo que eso comprueba mi teoría de que Fabián necesita un psicólogo urgentemente. Es decir, eso de buscarse a alguien simplemente para no sentirse solo debe ser tratado por un profesional, ¿no crees? Es dependencia, es no saber estar solo y querer aferrarse a cualquier persona para que lo guíe. Eso sin contar su bipolaridad en cada una de nuestras discusiones. No puedo creer que estuve con una persona la cual necesitaba ayuda psicológica.

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now