Capítulo 23 | Lo que está bien en mi vida

369 35 0
                                    

«¿Por qué me necesitas cuando sabes que no me necesitas? Te está destrozando. Te dejo rota y sacudida y todavía me llamas bebé. Dime, ¿por qué todavía me amas? Sabes que no deberías amarme»

Tatiana.

Mi habitación parecía una florería. Flores por doquier la decoraban, pero a mí realmente no me gustaba. Adoraba las orquídeas, sin embargo, cada una representaba cada ocasión que Fabián me falló.

Discusiones, celos, acusaciones; por cualquier cosa él me regalaba una de ellas. Mostraba su rostro de arrepentimiento y yo caía rendida a sus pies. Sus ojos vibrantes y labios curvados hacia abajo, podían conmigo. ¿Acaso pueden culparme? Todos conocen la forma que tiene de atraparme.

No sé qué es lo que ocurría en su cerebro o si él era bipolar. Siempre se comportaba de una forma tan impredecible y cambiante que no podía adaptarme.

Ya no tenía recipientes en donde colocar las orquídeas en agua. Aunque yo lo vi como una metáfora; cada que se equivocaba en nuestra relación, mi corazón se llenaba de palabras de disculpas, dejándolo sin espacio para el amor real. Los floreros se acababan como mi amor por él.

Mis padres volvieron a su rutina de trabajar y dormir, tenía poca interacción con ellos. Cuando se enteraron que regresé con Fabs, dejaron de tomarle importancia a mi estabilidad emocional, quizá creían que estaba de maravilla con él o que la ausencia de ambos podía ser rellenada con la de mi novio.

Volví a mi antigua vida. Pero con un cambio que nadie sabía, Daniel traía ese soplo de aire fresco que hacía todo más interesante y llevadero. Estaba mal lo que estábamos haciendo, pero yo no podría dejarlo.

—¿Sabes? De nada sirve que me regales flores si luego no cambiarás —suelto con honestidad.

—¿No eran tus preferidas? —pregunta formando una mueca de extrañeza.

—Claro que lo son, me encantan las orquídeas. Pero no quiero que vuelvas a equivocarte y lo arregles de esta forma —señalo las docenas de plantas que están alrededor de la habitación—. ¿Para qué quieres reparar algo si luego lo destruirás nuevamente?

—¿Y de qué forma quieres que lo arregle?

—No quiero que te equivoques —resoplo en frustración, mi seria expresión hace que sus cejas desciendan.

Sé lo que eso significa. En su mente está formando una justificación que lo haga lucir como la víctima. Cosa que hace cuando se siente amenazado o acusado.

—Es de humanos equivocarse —es el argumento de hoy.

—¿Tantas veces? —inquiero con escepticismo— Está bien... Hoy no quiero discutir —me relajo y su respuesta no es más que un encogimiento de hombros.

¿Acaso le importará, aunque sea un poco, nuestra relación? ¿Reaccionaría de alguna manera si fuera yo quien lo terminara a él?

¿Qué es lo que tengo que hacer para que una de sus prioridades sea nuestro noviazgo?

¿Por qué me preocupo tanto? Yo tampoco dejo eso como una prioridad a la cual debo respetar sin importar qué. No puedo pedir cuidado y prudencia cuando yo tampoco se lo doy.

En estos momentos no me encuentro en posición de pedir nada.

Natalia.

Aunque Dani siempre odió la escuela, jamás se había escapado de ella. No sé si quiera escucharme o si lo ayudaré en algo, pero el remordimiento de que yo le causé daño en el pasado, me obligó a pararme en frente de su puerta a la espera de su presencia.

Hasta un BesoWhere stories live. Discover now