Leffitsing, un mundo en el que habitan las desafortunadas almas humanas con una muerte trágica y sorpresiva, que no alcanzaron a cumplir sus objetivos en vida.
Un mundo donde también, conviven los demonios, vampiros, licántropos, y un sin número de...
Despertó totalmente asustado luego de recordar sus vísceras esparcidas por doquier, a un lado de los pies sucios de toda esa gente que observaba sin descanso la sangre correr por su cuerpo ahora deforme.
Su respiración estaba agitada y sentía que su corazón escaparía de su garganta en cualquier momento. Se tocó el estómago de inmediato, cerciorándose de que todo estuviese en su lugar.
Entonces suspiró, aliviado. —Mis órganos están en su lugar. —susurró, arrojándose contra la suave tela acolchada de aquella rosseta.
Era cierto, había llegado en pleno ritual demoníaco y había terminado durmiendo en aquella rosa gigante y celeste.
Recordó el tornillo singular del hombre que le había entregado aquel libro, también el lobo y el demonio. Además de eso, recordó la cola ceniza pasar por su nariz y ese extraño y agresivo sujeto que casi le golpea.
Inconscientemente se tocó la nariz apenas ese recuerdo llegó a su mente.
Era un mundo bastante extraño, pensaba.
—No deberías estar despierto aún, sombra.
Aquella rosseta le había hablado de manera telepática. Izuku observó hacia todos lados asustado. Pero lo único que pudo percibir fue una leve esencia invadir sus fosas nasales, la misma que había olfateado antes de dormir.
El peliverde cayó como peso muerto, otra vez.
. .
Cuando pudo despertar, notó el cielo rosáceo al instante. Esta vez la Rosseta estaba totalmente abierta.
Se sentó de inmediato y observó a sus alrededores. Habían más de cien rosas gigantes, era un lugar realmente grande. Además de eso, pudo notar tres estrellas gigantes en los cielos.
—E-esto… —susurró tímidamente, recordando que la rosseta podía hablar. —Muchas gracias por hospedarme. —dijo, se sentía algo estúpido pues nadie le respondía. Pero al instante en el que agradeció, una hoja gigante proveniente de la misma apareció a su lado.
—Puedes bajar si gustas, no olvides regresar aquí cuando te sientas cansado. Si tienes problemas con localizarme, solo di rosseta, sombra.
Izuku dio un leve sobresalto ante aquello. — ¡S-sí, gracias!
Se subió con un poco de inseguridad hacia aquella hoja sintiendo cómo esta al instante bajaba suavemente hasta llegar al césped.
Caminó con curiosidad por aquel enorme terreno. Al cabo de unos minutos, había acabado a un par de metros lejos de la rosa sentado en el césped.
Necesitaba leer ese manual que ayer le había entregado aquel hombre de tornillo. Necesitaba saciar su desesperada curiosidad.
Observó la portada un largo tiempo.
“Sombra”
Portada negra, letras doradas brillosas. Se veía muy antiguo, pero al mismo tiempo muy bien cuidado.
Tocó suavemente la portada lisa, abriéndola con suavidad.
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