Capítulo 15

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|La llegada de la bruma|

— ¡¡AHHHHHHHHH!!

Tal y como si fuese una tormenta, su día de muerte llego a su mente, clavándose como verdaderas cuchillas sobre su cuerpo.

Aizawa llegó veloz, observando el caos que se encontraba en aquella habitación.

Observó los ojos blancos de Ojiro y el cómo sus signos vitales se iban apagando como una pequeña vela encendida a punto de su extinción.

—Mierda. 

Torino le miró con excesivo lamento. —Lo vienen a reclamar, Aizawa… —murmuró de manera desgarradora. —La dama y señora del Limbo vendrá a por Ojiro muy pronto. —murmuró con sus ojos cubiertos de lágrimas. —Y no hay nada que podamos hacer al respecto. 

Los gritos de Tokoyami continuaban y Torino pareció caer debido a las fuertes emociones que tenía frente a ambos hermanos.

Nunca pensó que el destino de ambos acabaría de una manera tan trágica como esta.

Y Tokoyami parecía temblar de manera potente mientras sus escarlatas se abrían con horror, gritándole a la nada y acurrucado en una de las esquinas de la habitación como un niño.

— ¡¡P-POR FAVOR, YA NO ME CORTES, DUELE MUCHO!!

Los ojos desgarrados de Torino se alzaron aún con sus lágrimas cayendo por sobre su rostro.

—Llévate a Tokoyami… Él observó los ojos de Ojiro y recordó su pasado humano. Si tenemos suerte podremos hacer que salga adelante, llevátelo y dale la esencia especial, aqui están las llaves. —murmuró lanzandole las llaves.

Pero Aizawa permanecía en shock en su lugar.

— ¡¡APRESÚRATE, POR UN MALDITO DEMONIO!! —exclamó Torino perdiendo la calma, golpeando el suelo con firmeza con su bastón, resonando en todo el lugar. — ¡Quien interfiera con la dama y señora del Limbo será arrojado a las llamas del infierno por la eternidad, debemos impedir que también perdamos a Tokoyami! 

Aizawa trago saliva y asintió, llevandose a Tokoyami con dificultad debido a los forcejeos y gritos desesperados del pelinegro. 

— ¡¡DUELE, DUELE, DUELE!! —exclamaba desesperado, extendiendo su mano hacia la habitación de Ojiro. — ¡¡OJIRO, PASE LO QUE PASE NO SALGAS DEL SÓTANO!! ¡¡TU HERMANO MAYOR TE PROTEGERÁ, NO SALGAS DEL SÓTANO!!

Las lágrimas de Torino caían silenciosas sobre el suelo, sintiendo como su corazón se desgarraba.

La tristeza que sentía en aquellos instantes era inmensurable.

Y observaba aquel rostro del rubio, quién pareció sonreír dulcemente hacia el cielo.

El silencio reinó de un segundo a otro y la sonrisa sobre el rubio se mantuvo. 

Torino inhaló aire con dificultad en su lugar, sintiendo el cómo la bruma llegaba de manera sutil, envolviendo la morada en su totalidad.

Su mentón pareció temblar, entonces alzó su mirada.

—Llegaste.

Murmuró, observando una mujer entrar con sus ojos tan blancos como la nieve, junto a su cabello largo trenzado y un vestido que arrastraba incesantemente.

Todo en ella era blanco, inclusive su piel.

La mujer le dirigió una corta y fría mirada, para luego sonreír hacia el rubio. 

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