Capítulo 22

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KYLE.

Mi rostro da un giro hacia la izquierda por la cachetada que me ha dado. Empuño las manos y me aguanto las lágrimas como un cobarde, porque sé que soy incapaz de hacer algo, no puedo hacer nada cuando se trata de ella.

— ¿Por qué? —Me grita—, ¿por qué todo lo que tocas lo destruyes? —me empuja y sigue golpeándome—. ¿¡No te basto conmigo, con Shaun y ahora quieres matarlo a él también?!

Siento la sangre correr por mi labio inferior y cierro mis ojos tapándome los oídos con fuerza para no escucharla más.

—No es mi culpa —balbuceo, tratando de convencerme de ello.

— ¡Claro que sí! —Agarra mi rostro con sus dos manos, pero no abro los ojos—, ¡mírame, Kyle! —la escucho a pesar de tener mis manos en los oídos—. ¡Mírame! —me vuelve a gritar y accedo a su pedido. Me mira con esos fríos ojos azules, llenos de asco hacia mi persona. — ¡Tú siempre serás lo peor para los demás!

—No, mamá. No es así —susurro asustado hasta la médula. Soy un cobarde.

— ¡Lo eres! —y agarra mi cabeza para que la gire, pero trato de oponerme.

No quiero hacerlo otra vez, no puedo soportar verlo de nuevo.

—Ya no más...—le suplico.

— ¡Míralo! —sus palabras me ponen los pelos de punta y la obedezco. No puedo explicar el control y el miedo que ella genera en mí.

Fijo mis ojos en su cuerpo pálido y frío, lleno de moretones y cortes. Su cara es irreconocible, pero sé que es él. Sé que es Jonas.

—Mira como terminan las personas que se acercan a ti —me susurra en el oído, apretando mi mandíbula con muchísima fuerza. Sollozo queriendo que acabe de una vez—. Tú lo mataste, es tu culpa. Eres una maldición, Kyle

Despierto asustado por los ligeros empujones que me da una mujer para despertarme. Es una enfermera, que me mira preocupada.

— ¿Estás bien? ¿Quieres agua? —me pregunta y yo niego sin poder hablar.

Limpio las lágrimas que recorren mis mejillas con vergüenza. Joder, soy un patético.

—Está bien —me sonríe, amablemente—, venía a revisar a Jonas.

Solo asiento y la veo revisar unas cosas en las maquinas. Trato de regular mi respiración exaltada. Desde hace tres semanas que tengo la misma pesadilla. Siempre he tenido, pero ahora son peores que antes. Meto mi mano con cuidado bajo la sabana y enrollo mis dedos con los Jonas. Sentirlo me relaja, aunque este dormido y no pueda decirme nada.

—Si necesitas algo, solo pídemelo —me dice la mujer con una dulce voz.

—Gracias —contesto y la veo salir de la habitación.

Apoyo mi frente sobre su mano y con mi mano libre le doy ligeros masajes a mi cuello tratando de aliviar la molestia. Dormir en una silla diminuta por tres semanas le ha traído consecuencias a mi cuerpo.

— ¿No crees que ya es tiempo que despiertes? —le hablo—, te extraño. Joder, te extraño demasiado para mi gusto.

Cierro mis ojos soltando un suspiro cansado. Hace un par de días le han quitado los fármacos que lo mantenían en coma y cada día me desespera más que no despierte porque hay una gran posibilidad de que se quede así por siempre.

Tiro mi cabeza hacia atrás y trato de conciliar el sueño, después de todo aún siguen siendo las tres de la mañana.

(...)

BROOKLYN.Where stories live. Discover now