9° Digna de confianza

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16 años. Era la edad de apogeo, la edad de la cúspide de la adolescencia aún en el mundo de los magos. Tal vez por la posibilidad cada vez más cerca de hacer magia sin restricciones, tal vez porque esa gota de responsabilidad ya llenaba el vaso y la consagraba como alguien respetable y digno de confianza... como fuere, Anna la estaba pasando mal.

La niña había estado acostumbrada a pasarla sus cumpleaños en grandes fiestas, con gente entregándole regalos y alabando lo madura y bonita que se hacía. Nada de eso pasó ese veintidós de julio. La casa estaba en un silencio abrumador, con solo el sonido de charlas y la vajilla del té.

Sus padres, Celine y Mark, adoraban la idea de festejarle a su única niña una fiesta a lo grande. Pero sus planes se habían interrumpido por la visita de un hombre inesperado pero bienvenido en la mansión Jordan. El jefe había aparecido ahí, llamando urgentemente una reunión para que todos sus seguidores (o dizque amigos) se reunieran ahí. No pudieron decir que no.

-Y yo que me quejaba de las fiestas.- murmuró con el ceño fruncido Anna, viendo el techo de su habitación, realmente estaba aburrida-.

Como si el destino quisiera mostrarle que aún podía haber algo peor, la puerta se abrió. La azabache automáticamente se sentó, viendo parada en la puerta a la elfina de la familia, Yaly.

-Señorita, se le ha pedido que se una.- le indicó, haciéndose a un lado para que la chica tomara camino hacia la sala-.

Anna no se movió, solo frunció más el ceño, confundida.

-Pero... ¿siguen ahí?- preguntó, sin dejar que el miedo cambiara su tono de voz-.

-Así es, ha pedido específicamente que baje así los acompañe.

Ella arrugó su nariz, asintiendo. Se paró, buscando una túnica negra, la cual se puso con rapidez para caminar hacia las escaleras y bajar.

¿A ella? ¿Para qué la querían? ¿No era suficiente con acaparar su casa y opacar su cumpleaños?

No tenía más remedio que bajar y averiguarlo. Se detuvo en la puerta del comedor, mirando la perilla con el ceño fruncido. Debía recordar las clases de oclumancia, cerrar su mente por si acaso. No le aparecía que anduviera por ahí sabiendo lo que piensa, era una violación a su preciada privacidad, lo único que le quedaba y sabía que sus padres no pasarían por alto.

Una vez que entró vió muchas caras. Algunos grandes como abuelos, otros eran adultos como sus padres... e incluso llegó a ver chicos de su edad. Aún así, no llegó a distinguir la cara de nadie, sus ojos se detuvieron en el.

Había escuchado desde hace unos años que el hombre cada vez se asemejaba más con una serpiente, pero ese verano había tenido la oportunidad de comprobarlo. Lo observó, aún tenía un vestigio de haber sido un hombre azabache de ojos oscuros y profundos, el cual ahora era una persona pálida en extremo, con el cabello casi en la miseria y la nariz achatada. Lord Voldemort a simple vista carecía de humanidad hasta que lo veías en detalle.

-Ah, la joven Jordan.- le sonrió-. Tus padres me han comentado que, por desgracia, he llegado a un día importante en su casa. Mis perdones.- le dijo a Celine y Mark, quienes solo asintieron-. Pero, en muestra de una disculpa más expresiva, les he pedido que te llamen para poder darte algo.

Ante la mirada atónita de la azabache el hombre sacó de su túnica una pequeña caja de terciopelo verde. Le hizo una seña a Anna para que se acercara así se lo entregaba.

-Era de mi difunta madre, que en paz descanse.- dijo, causando un escalofrío en el cuerpo de la chica-. Me gustaría que lo tomes como un regalo de disculpa... y como un reconocimiento. Me han dicho que eres una bruja extraordinaria, tus dotes deberían ser bien explotados en Hogwarts... aunque quedaste en Gryffindor.- hizo una mueca ante el nombre de la casa-. Aún así, talento es talento y el tuyo en nato, Anna Jordan. Por favor, ábrelo.

Es Igual A Mi...- Sirius BlackOù les histoires vivent. Découvrez maintenant