Capítulo 3: Un ángel

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(CORREGIDO, DIC, 2021)

Alejandro

Una chica de grandes ojos verdes, cabellera tan oscura como el ébano, esbelta, hermosa y con una brillante sonrisa en los labios, me recibe cuando abro la puerta de mi departamento.

—Hola guapo, buenos días —saluda e inmediatamente la tengo colgada de mi cuello. No me deja preguntarle el motivo de su visita tan de mañana—. Sé que te sorprende verme, pero no me quería quedar sin venir a darle un besito a mi bello novio en su primer día como una buena novia.

Me rasco la nunca. A Priscila la quiero, si no fuera así no estaría con ella. No puedo decir que la ame intensamente y que si lo nuestro terminara me volvería loco porque no sabría vivir sin ella; mis sentimientos no son tan profundos, pero si la quiero. Tenemos varios meses juntos y la relación desde un punto de vista ha sido... agradable, el problema de todo es que Priscila la mayor parte del tiempo es un poco absorbente. En pocas palabras, es una novia bastante posesiva.

—Ya... eh, ¿no tienes clases temprano tú? —pregunto mientras ella de aleja de mi cuello, luego entra en el apartamento y yo cierro a nuestra espalda la puerta.

Priscila niega.

—No tengo clase hasta más tarde, pero vamos, Alejandro, pareciera que no te ha dado gusto ver a tu novia tan temprano, ¿dónde está mi beso?

Pongo una pobre sonrisa en mis labios.

—Claro que me da gusto verte, Priscila, siempre.

La atraigo por la nuca hacía mi boca y la beso. No es un mal beso, de hecho, se siente muy bien besar a la chica que es mi novia desde hace más de ocho meses, sin embargo, mientras la beso no puedo evitar pensar que a una poca distancia está Luna, muy probablemente escuchando los gemidos que salen de los labios de la chica que beso entretanto, nuestros labios se mueven.

Me separo de su boca y mi novia me mira con ojos brillantes mientras se lame el labio.

—Por un beso de así madrugaría cada mañana por muy poco que me guste —ella dice, colgándose otra vez a mi cuello y reparte pequeños besitos en mis labios.

—Supongo que si saltaste de la cama tan temprano solo para venir a... darme un beso por mi primer día de clase no has desayunado, ¿cierto?

—La verdad es que no. ¿Estas invitándome a desayunar? Acepto.

Priscila contonea sus caderas hacia la cocina y yo la sigo. Cuando llego al lugar creo que encontraré a Luna, que miraría con mala cara a Priscila como la mayor parte del tiempo, sin embargo, no se encuentra ahí. El lugar donde la dejé sentada antes de que fuera a abrirle la puerta a mi novia está vacío y el plato que sirvió con su desayuno está prácticamente sin tocar. No desayunó con lo que me esmeré haciéndonos el desayuno, pienso con un malestar en el corazón.

Luna, Luna..., mi pelusa.

Luna es una gruñona la mayor parte del tiempo, y la otra parte del tiempo trato de comprenderla y no puedo, pero aun así, no podría vivir sin tenerla saltando a mi alrededor... Joder, es terriblemente irritante muchas veces pero la adoro, es importante para mí y preferiría mil veces que me arrancaran a jirones la piel que imaginarme no siendo su Alejo— es la única que me llama de ese modo—, llenando mis días de color con su vitalidad y espíritu.

Luna y yo tenemos tanta jodida historia juntos, desde que somos unos bebés llorones hemos sido inseparables. Me recuerdo jugando con ella, haciéndola enojar para después buscar cualquier medio para conseguir que me perdonara y sonriera. Nos recuerdo montando a caballo, nos recuerdo correteando por el campo, por todas partes, y también recuerdo en esas ocasiones que nos gustaba jugar debajo de la lluvia y bailar uno alrededor del otro con los brazos abiertos... es tanto, tanto lo que hemos vivido juntos y la historia es bellamente grandiosa.

En las Estrellas [FINALIZADA]Where stories live. Discover now