La partida 출발

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Eran ya las doce de la madrugada cuando Livingstone y Ryan acomodaban sus maletas al lado de la puerta. Bodi y Darma habían ido a la cama desde hacía una hora, pues sus maletas estaban más ordenadas que las de los leones.

-Buenas noches, papá- dijo Ryan apagando la lámpara de su mesita de Noche.

-Hijo, me dio mucha alegría el haberte visto feliz esta tarde con Simba Yang, sé que en verdad disfrutaste la celebración.

Ryan volteó sonriendo hacia su padre, quien cerraba la cortina para posteriormente acostarse y apagar la luz.

-Gracias, papá ha sido una experiencia que nunca voy a olvidar, quiero que te quedes con esto- le tendió un collar- por favor consérvalo.

Ryan le extendía un collar de oro con una garrita colgante que su madre le había regalado cuando nació, Livingstone al verlo se quedó boquiabierto.

-Ryan, no, Lily te obsequió esto- dijo respirando hondo- no podría, es el único recuerdo que tienes de tu madre.

-A parte de su sonrisa, quiero que lo conserves porque gracias a ti he vuelto a ser feliz y sé que algún día me lo devolverás diciéndome "Ryan, recuerdo cuando juntos luchamos por volver a sonreír"

Livingstone lo tomó con mucho cariño y abrazó a su hijo, quien correspondió al abrazo de su querido padre.

-Te amo hijo, con todo mi corazón, te amo de verdad.

Al instante Livingstone se quedó dormido junto con Ryan, quienes dormían profundamente luego de haber pasado un día increíble en la capital norcoreana.

A la mañana siguiente un viento helado recibía el día en Pyongyang, la luz del sol casi no se veía debido al clima nublado de la ciudad, el pronóstico para ese día era probabilidad de nieve, pues el mes de Febrero aún no terminaba.

La misteriosa canción que sonaba cada día en Pyongyang comenzó a escucharse por los altavoces de toda la ciudad para despertar a los norcoreanos, Livingstone dormía profundamente junto con Ryan, eran ya las seis de la mañana con cinco minutos.

Ryan soñaba con Simba, había una clase de colinas verdes, el leoncito veía a su amigo norcoreano muy lejos, entonces comenzó a gritar su nombre para que éste pudiese escucharlo.

-¡Simba! ¡Simba! Aquí estoy- gritaba corriendo hacia Simba Yang.

En ese instante Simba Yang lo escuchó y comenzó a correr tan rápido como pudo para encontrarse con su amigo.

-¡Ya voy, Ryan!

Al estar tan cerca, Ryan divisó que el camino estaba dividido por un gran muro metálico. Del lado de Simba, la colina tenía plantas secas y quemadas por el sol, mientras que del lado de Ryan eran verdes y bonitas.

-¡Ryan!- Simba gritó llorando intentando sacar un dedo de su pata por el muro metálico- ¡Llévame contigo, por favor no me dejes aquí!

Ryan le tocó su dedo con mucho cariño, sintió que el llanto de Simba era completamente real, de repente Ryan comenzó a llorar también sintiendo un gran cariño por su amigo.

Inmediatamente dos leones militares con melena roja y pelaje amarillo aparecieron detrás de Simba Yang, tomándolo con rudeza por la espalda.

-¡NO! Yo no quiero estar aquí, ¡Ryan! Ayúdame- gritaba encajando sus garras en el suelo tratando de evitar que se lo llevaran- ¡NO! ¡RYAN!

-¡SIMBA! ¡Déjenlo! Por favor.

-¡RYAN, RYAN!- una voz diferente lo llamaba mientras el león agitaba el enorme muro metálico llorando por su amigo- ¡DESPIERTA! ¡RYAN!

El secreto de la libertadWhere stories live. Discover now