Capítulo 18

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Corro hasta más no poder y cuando ya no puedo respirar, estando segura de que nadie me sigue, me siento en el césped de un parque que de casualidad es nada más y nada menos que el parque donde Kris una vez me salvó de una violación segura. Que cosas, esa vez corría por Dylam y susalos tratos que por su culpa casi me violan de no ser por Kris. Ahora corro por el tonto de mi hermano, ese al cual ahora no reconozco, antes quería golpear a Dylam por haberme lastimado tanto, ahora huyo de él, de su protección corro a este mismo parque.

Miro un auto de color negro parquearse frente a mi muy cerca de mis pies y luego la ventana bajar permitiendome ver así al conductor el que no es nada más y nada menos que Dylam. Mi corazón siente dos emociones: una bonita al verlo frente a mi sonriente viendome después de tanto, él esta tan sonriente que olvido todo lo que me ha lastimado, en mi mente se recrea la típica escena donde el chico va a por su chica a su escuela y la recoge para llevarla a su casa, pero al reconocer su sonrisa diabólica siento un temor invadir mi cuerpo al recordar que fue capaz de dispararme con su arma, e incluso ni fue a verme al hospital o me llamo o me texteo parar saber cómo estaba si supestamente me ama. Ahora está de nuevo frente a mi, ese hombre que se había robado mi corazón que se ha atrevido a hacerme muchísimo daño de multiplex formas de las que incluso desconozco algunas seguro.

—No hagamos esto difícil —dice sonriente—. Sube al auto y si te portas bien puede que te deje ir viva —amenaza de forma pacífica—. No se te ocurra correr tampoco, a recuerdate que ando en un auto y tu sobre tus pies —abre la otra puerta para que yo pueda entrar.

Medito mis opciones de que puedo hacer o decir, pero mi mente está en blanco y por mi propio bien trato de hacer lo que él dice para que esto termine pronto y termine bien. Todo va bien, hasta cuando voy a montarme en el auto que Dylam arranca el auto, al estar la puerta del copiloto abierta y él arrancar, pues dos autos de policías vienen tras él la puerta golpea mi pierna derecha tan fuerte que me lanza por los aires, yo grito de dolor.

Las sirenas de los dos autos de policía que siguen a Dylam se pierden en la distancia mientras yo estoy en el suelo en plena calle y aparéntemente con mi pierna fracturada.

Despierto, aunque no sé en que momento me he quedado dormida, estoy en una cama de hospital y con mi pierna con una especie de venda que está muy apretada, tengo unas intravenosas atreves de un suero. Llevo puesta una bata de hospital, y no cualquier hospital, estoy en el hospital de... sencillo, el hospital es del gran señor, Kris Maslow.

Toc... toc...

—Pase —le digo al que toca la puerta.

El que entra es Adam vestido formalmente como siempre y con unas bolsas de tiendas de ropa...

—¿Para quién es eso? —le pregunto incluso ignorando su saludo—. Hola —sonrío al verlo sonrojarse.

—Para usted —dice poniendo todo en un sofá—. Le manda mi señor. Quiere que vista esto antes de salir acompañada estrictamente a por mí y me ordenó llevarla a la empresa, pues han desalojado a su hermano del poder —dice cuando deja todo cerca de mí y luego sale diciéndome que estará detrás de la puerta.

Para cuando él sale una enfermera entra a quitarme todo el equipo que me pusieron menos la venda de la pierna. Me limpia con yodo el lugar donde estaban las agujas, me ayuda a vestir, pues la pierna aun me duele mucho.

A la hora de salir del hospital tengo que hacerlo con uso de unas muletas para no apoyar la pierna que esta inflamada aun y duele un poco.

Cuando Adam abre la puerta del automovil para que yo entre me siento esta vez muy bien, cómoda con ese acto de caballerosidad, ya que en verdad él sí es todo un caballero y él ama a su jefe y su trabajo, el cual es servir.

—¿Por qué no se puso lo que el señor pidió que se pusiera? —me pregunta mientras conduce.

—Porque no me he duchado y estoy sucia —le contesto sonriendo. Y no sé por qué me sonrío con él, debe ser porque es muy tierno, así como si fuera un niño.

Sonríe en respuesta a mi comentario y maneja en silencio. Media hora después estamos frente a la casa, mejor dicho a una mansión de gran tamaño de aunque sea dos pisos y mi corazón casi se sale de mi pecho al ver tremenda casa con fachada de color blanco en la parte de en frente doce columnas de piedra con gravado de figuras como soles y estrellas y lunas y en el segundo piso las mismas doce columnas bajo su respectiva basa, o sea las columnas de abajo, eso es solo la parte de enfrente así a simple vista en la parte delantera cuento como doce ventanas del tamaño de una puerta de doble hoja. Hay un jardín muy hermoso regado por una fuentes automáticas, en el centro de la casa hay una fuente de forma redonda que tira agua a distintas presiones, alturas, formas, y colores. Es una casa muy hermosa de ver.

—¿Quién vive aquí? —pregunto aún anonadada por lo que estoy viendo, pues es muy hermosa tanto así, que no lo puedo describir del todo.

—El señor Kris Maslow —dice Adam simple—. Y mi persona vive aquí también, pues somos casi como hermanos... —termina de hablar para concentrarse en decir un código de voz a una maquina que luego nos permite entrar.

Después de caminar por al menos unos ocho minutos por mi pierna podemos por fin entrar a la casa, o mejor dicho mansión, y ya son casi las cinco de la tarde.

No he visto a Kris y ni siquiera sale a recibirme o ha preguntar cómo estoy, sino que para toda manda a Adam y eso en parte ya me está molestando. ¿Me estará evitando? Y si es así, ¿para qué ordena que me traigan a su casa entonces?

—¿Señorita, ya está lista? —pregunta Adam, seguro sonriente como siempre.

Gruño cuando no me puedo subir el siper del vestido que Kris me compro.

—Adam, pasa, por favor, necesito tu ayuda —le digo frustrada, pues no puedo hacerlo sola.

Cuando entra y me ve ofreciéndole mi espalda desnuda para que me ayude con el problema que tengo me pongo a reír de él, pues se pone rojo solo por ver mi espalda desnuda.

—Vamos, Adam, ¿acaso nunca has visto una mujer semidesnuda? —pregunto sonreído por sus mejillas súper coloradas y hasta esta sudando de tanta pena.

—No, no señorita, nunca —contesta un poco más calmo después de que termina de subirme el vestido y saliendo inmediatamente.

No puedo entender a este niño, porque eso parece, pero algo en él me está agradando.

Cuando voy bajando las escaleras con ayuda de las muletas Kris viene subiendo para ir a buscarme personalmente. Cuando esta él dos escalones bajo yo dos escalones más alta que él, me quita las muletas y me carga sobre sus brazos con su brazo derecho bajo de mis rodillas con su brazo izquierdo en mi espalda y ese acto me hace sentir algo tan cálido en el vientre que sube a mi pecho y en minutos mi corazón está latiendo en mi garganta.

—Es más rápido así —explica cerca de mi rostro con una sonrisa que me hace suspirar. Cuando yo siento la menta en su aliento me sonrojo como una niña—. No tienes por qué cubrirte, no te veré, tus ojos me son suficiente para mi —dice una vez mira que estoy cubriendo mis glutesos con una mano, pues el vestido se levanta.

Había entrado a su casa caminando con muletas y ahora salgo de ella cargada en sus brazos, que cosas con este hombre. Él me monta en el mismo auto en el cual unas horas antes había bajado, ahora estamos saliendo de su casa por primera vez, pero esta vez no sé a dónde me está llevando y esta vez es él manejando, pues le ordena a Adam quedarse en casa o que descansara o haga lo que él quiera.

¿Seré Suya? 1° ParteWhere stories live. Discover now