Capítulo 2. 💄

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Rencores

Cuando no planeas, todo sale como quieres. -Anónimo.



Alessandro

Las escenas que hago cuando me encargo de mis asuntos son como de película. Masacre en Texas, quizá. Sé que debo dejar de hacer un maldito desastre cuando me enojo. Lo siento, es inevitable no hacerlo cuando intentan pasarse de listos conmigo.

¿Algún día aprenderán que no deben meterse con Alessandro Russo?

Quizá nunca y mejor para mí.

Limpio la navaja con los paños que me facilitó Fred mientras que él, junto con Orlando, se encargan de recoger los restos humanos del tipo que me robó hace ya unos días.

A veces me canso de esta absurda rutina. Solo a veces.

Es lo mismo cada día. Llega un tipo pidiendo dinero, se lo doy y después no quiere pagar por su préstamo, no me queda de otra más que matarlo de la forma más dolorosa que se me ocurra. Por lo general me gusta que agonicen, es por eso que corto sus gargantas y desmiembro sus cuerpos aun cuando están vivos.

—Señor. Tiene sangre en su camisa —puntualiza Fred una vez termina con todo.

Bajo la vista y me río cansado. No fue una buena idea venir con una camisa blanca para matar a alguien, pero las cosas a veces se salen de control y mis perfectos planes no salen como yo quiero. No me gusta, pero no me quejo.

Siempre tengo que ser yo quien se encargue de todo. Solo así hay más respeto, más poder.

—Joder. Dile a Carina que me compre una camisa de inmediato. Tengo que irme.

—Como ordene, señor.

Si por mí fuera solo iría a casa por una buena ducha y después ir con mi hermano a Gufo a disfrutar de los lujos de mi vida. Pero a cambio debo viajar hasta Sicilia para una importante reunión con Ángelo Greco ¿La razón? Aún no lo sé, o al menos no del todo.

Hay un tema bastante importante sobre mi ingreso al mercado negro, no es algo de lo que ya esté planificado, pero es una oportunidad muy buena para hablar del tema. Solo espero que mi llegada y la de mi despreciable padre sea por un buen motivo y debe ser importante para que se haya puesto intenso al negarme cuando me lo dijo.

Mi mente vuela solo unos segundos y sonrío. Como me encantaría que Sicilia fuese mío.

Las palabras tienen poder, Alessandro. Síguelo repitiendo cada vez que lo recuerdes.

Mi teléfono vuelve a vibrar por enésima vez en el día. Juro que si se trata de Antonella voy a tirar ese maldito aparato que solo me distrae la vida. Como lo dicho, en la pantalla está el número de Antonella, evito por completo el impuso de lanzarlo contrala pared más cerca. No solo puedo ir cada día a comprar un teléfono nuevo.

—Dile a Antonella que estoy ocupado —me dirijo hacia a Orlando mientras salgo de la bodega donde torturo gente. En el sótano de Trappola.

Una vez estoy fuera, Gustavo ya espera en el auto que siempre suelo llevar y pasar desaparecido ante las miradas de las personas en el centro de Nápoles. Apenas me acomodo en el asiento trasero, ya veo a mi hermano menor, con la cara pegada a su teléfono móvil. Además, mi conductor ya está hablándome de cosas.

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