Capítulo 41.💄

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Un plan casi perfecto

Yo me enamoré de sus demonios, ella de mi oscuridad. Éramos el infierno perfecto. -Mario Benedetti.



Bacoli. Campania

La noche estaba por caer. El cielo color naranja apuntaba que eran al menos las cinco, quizá ya las seis.

Fabrizio miraba desconfiado a los hombres que lo vigilaban desde la puerta principal de entrada. Uno de ellos estaba justo detrás de él. El de la puerta lo miraba fijamente o no sabía si lo miraba, con sus lentes oscuros era difícil de saberlo. Incluso podría estar dormido y no lo sabría.

También veía a Julia, acostada en uno de los sillones que había en la estancia, dormida. Se hacía la misma pregunta que cuando ella apareció en ese lugar. ¿por qué su hijo no la había matado? Ella ya no servía de nada.

¿O sí?

Solo habían pasado dos días desde que los hombres que lo cuidaban lo llevaron a la oficina que una vez fue suya. Le dejaron en una silla que trajeron del sótano y lo amarraron sin posibilidad a moverse. Julia llego detrás de él, solo la dejaron que se acomode en el sillón de cuero.

Entonces una pequeña alarma sonó. La típica que le decía que los nuevos guardias vendrían por el cambió de turno y también llegaría su cena.

Estaba harto de estar sentado en la misma silla, ni siquiera podía ir al baño. Le daban una botella o una especie de contenedor para sus necesidades, era humillante, incluso le daban de comer en la boca una especie de papilla. Recuerda que era similares a las que le daba sus hijos.

Ya no podía espera más para que uno de sus hombres lo sacaran de ahí. Aún estaba en marcha todo el plan para que su hijo de vaya del puesto que siempre le perteneció.

Él confiaba que lo iban a sacar del pequeño infierno que le creo su hijo.

La puerta se abrió. Dos hombres vestidos de negro entraron en la habitación. Mientras que los otros dos guardias cedían su puesto, Fabrizio notó que ellos no eran los que siempre llegaban. Es más, sabía que ellos no eran hombres de su hijo. Lo supo por la forma de la vestimenta. Quizá están de negro, pero los soldatos siempre se veían elegantes con sus prendas, estos hombres no se veían así.

Entonces sucedido, apenas la puerta volvió a cerrar uno de los hombres que entraron se coloca enfrente mientras que el otro soltaba sus esposas.

—Señor Russo —comenzaba el hombre— tenemos exactamente siete minutos para sacarlo de este lugar.

—¿Para quién trabajan? —Fabrizio se levantó de la silla con algo de dolor en las articulaciones.

Dudo de esos hombres. Nunca los había visto y tenía miedo de que sea una trampa, pero no lo era cuando contestaron a su pregunta todo se iluminó en su vida.

—La señorita Ricci dio la orden. Es hora de irnos señor —sonrió

Ambos hombres lo escoltaron fuera de la habitación donde había estado los últimos días. Dos hombres más se hundieron con él y lo llevaron por las escaleras que llevaban al patio trasero. Una pequeña escalera de emergencias es su salvación a la posible libertad. Había hombres de Alessandro rondando todos los alrededores de la hacienda que una vez fueron utilizadas para vacaciones.

Y a pesar de las decenas de hombres que había. Fabrizio junto a las escoltas pasaron sin ser detectados y atravesaron el pequeño bosque antes de llegar al mar. Estos hombres conocen la hacienda tan bien como él.

Nella Mafia © | ITALIA 1|Where stories live. Discover now