35. ¿Darmian el nuevo Romeo?

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8 de Agosto, 9 de la noche.

Me preparo mentalmente para lo que sea que Darmian nos va a contar, me siento mucho mejor de lo que estaba ayer, las pesadillas continúan pero se que eso parará pronto; Yo no tenía ni idea de que mi hermana tuviera novio ni mucho menos sospeche que nuestro amigo estaba intentando ligar con ella, tampoco sabía que Edda lo tenía como sospechoso en el caso.

Estamos en la sala de estar del segundo piso, tenemos las luces apagadas y la televisión encendida, estábamos viendo una película de romance cuando de repente Darmian comenzó a llorar, evidentemente Edda y yo nos queríamos reír sin embargo el dijo que la escena le recordaba a mi hermana, a lo que mi amiga tuvo que preguntar de nuevo acerca de lo que ayer tenía que decir y que yo interrumpí por negarme a escuchar.

— ¿Y bien?— dice Edda.

— Pff... No se por donde quieren que empiece... tal vez... ¿desde la vez que me enamoré de ella?— ambas asentimos.

Recuerdo a la perfección que fue en invierno, era la primera vez que nevaba aquí en Northell, ella llevaba solo un suéter color verde moho arriba del uniforme de la secundaria, le pregunté que porque no se abrigaba más y me respondió "amo el frío, me encanta sentirlo" yo me quedé como un idiota ante esa respuesta, por que claramente era una locura y algo sin sentido.

De todas las personas que estaban ahi ella era la que mas destacaba pues corría por todas partes pateando la nieve y haciendo lindos y pequeños muñecos con ella. Comenzamos a jugar con la nieve en el descanso, era la primera vez que yo la veía diferente, la observé más de lo que jamás había hecho con alguien, noté la gran cantidad de pecas que tenia en su nariz y como su sonrisa iluminaba el lugar.

Ella y yo éramos amigos desde que estábamos en la primaria...

— Ella nunca me habló de ti...— digo.

— Yo le pedí que no lo hiciera, ella me decía que su padre era muy... estricto con respecto a los amigos— bueno, eso es verdad—, no quería que la regañaran...

Prosigo, desde que la conocí jamas había sentido nada por ella, yo siempre la vi como una amiga, quizás porque era un niño y no pensaba en esas cosas, pero cuando crecí la vi de una manera diferente, y me enamoré.
Ella nunca sospecho de mis sentimientos, o eso creo, jamás se lo dije y trataba de no ser tan obvio.

Por otra parte, conocí a Oliver cuando nuestros padres nos presentaron en una boda de la familia, nos hicimos amigos de inmediato, nos contábamos absolutamente todo desde que éramos unos niños pero bueno, las cosas cambian.

Un día invite a Laris a tomar un café, en su lugar favorito, es una biblioteca con un espacio pequeño para la cafetería; le dije que mi amigo estaría conmigo y que ella podía invitar a alguien más si quería, pero nunca tuve en cuenta que ella se fijaría en Oliver y no en que yo era el que había organizado todo para que supiera lo que sentía.

Cuando yo llegué ella estaba sentada leyendo un libro acerca de las mentes criminales, aún tengo en mi memoria esa imagen, llevaba su cabello suelto, a cada rato caían mechones sobre su rostro impidiéndole leer, ella los colocaba detrás de su oreja de una manera tan natural, cuando no entendía algo arrugaba su nariz y fruncía el ceño o se comenzaba a quitar el esmalte de uñas cuando estaba nerviosa, eran pequeños detalles de los cuales yo no sabía que tenía en la mente hasta que me enamoré.

Me senté a su lado, ella no se dio cuenta de que estaba ahí hasta que le toqué el hombro.

— ¡Dios, me asustaste!— exclamó, luego unos sujetos colocaron sus dedos en los labios para que se callara—... ¡este libro es genial!— susurró, casi no hablamos ya que me encantaba verla leer. Minutos después fuimos a la cafetería y llegó Oliver, después la amiga de ella.

No es un crimen si no hay un cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora