72. ¿Niñeras desde hace mucho?

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23 de septiembre, 7 de la tarde.

Termino de cambiarme para ir al trabajo. Tomé como rutina el llegar más temprano de lo que debería con la esperanza de que así me llegara algo de inspiración o buena suerte en los casos.
Leah está en la sala de abajo junto con Darmian, Madd, Paula y Ernesto.

— ¡¿Que están haciendo?!— exclama mi novia, aterrada al parecer. La veo desde las escaleras correr hasta la cocina en donde se encuentra todo el grupito de chicos.

Voy hacia ellos para ver lo que están haciendo, Madd sostiene un limón a unos centímetros de la cara de Ernesto.

— Vimos en internet que esto es buenísimo para eliminar granos.

Paula se mantiene a unos cuantos metros de ellos sosteniendo un tomate partido en la mano mientras que Darmian se mantiene congelado en su lugar, se podría decir que tiene miedo de moverse y que Leah les grité.

— ¡Que tontería! Hay un fallo en su plan queridos genios. Para comenzar el limón es malísimo, desequilibra el ph en su rostro, la capa que protege su piel de las bacterias no estará más y, por si fuera poco, lo están haciendo a plena luz del sol, eso te causará manchas en la piel.

— ¿Entonces que hago? ¡Ya no quiero tener todo esto en mi rostro! Siempre se burlan de mi...— Leah se acerca al pobre Ernesto y coloca una mano sobre su hombro.

— Deberías dejar de tomarle importancia a los comentarios y comenzar a amarte a ti mismo...

Le revela una sonrisa amable y resplandeciente, el chico no hace más que asentir y darle un leve abrazo. Ella voltea a verme, se aproxima a mi con pasos agigantados.

— ¿En que momento nos convertimos en niñeras?— mira a toda la bola de niños jugando con los cachorritos.

— Tú eres la mía desde hace mucho...— ella ríe.

— ¿Ya te vas?— asiento, ella planta un breve beso sobre mis labios— ten mucho cuidado...— su mirada no refleja más que preocupación.

— Por supuesto que si.

Le doy un último beso y salgo de la casa, al poner un pie sobre el césped, inhalo profundamente, siento como el aire fresco llena mis pulmones, presiento que hoy será un gran día.

Me subo a mi motocicleta y la enciendo para ir al departamento, esta belleza ya tiene demasiados años conmigo y aún funciona de maravilla. Se la compré al vecino en cuanto me mude aquí, me la dio a un bajo precio solo por ser yo.

Aún puedo recordar todos los moretones que me hice cuando aún no sabía conducir.
Me detengo a unas cuantas calles antes de llegar a mi trabajo, entro en la tienda de donas, hace días arreglé las cosas con Scott, ahora me gustaría llevarle algo que se que le gusta, compro un paquete de donas de chocolate y la sujeto en la canasta delantera de mi motocicleta.

En dieciséis minutos llego al departamento, Miranda está detrás del mostrador, como siempre.

— Ya llegue, toma una...— le ofrezco una dona, ella se ve dudosa entre aceptar o no pero al final nadie puede resistirse a una.

— Miranda, ¿que es eso?— dice Terroba entrando en acción.

— Ah, una persona hizo un depósito hace varios meses...— dejo de escuchar su voz cuando estoy lo suficientemente lejos.

Para mi sorpresa, Scott llego temprano hoy, está sentado en su escritorio, haciendo su trabajo o fingiendo hacerlo.
Me acerco a él y dejo la caja de donas sobre su escritorio, no tarda ni un minuto en tomar una.

No es un crimen si no hay un cuerpoWhere stories live. Discover now